El nueve de noviembre se conmemoró el vigésimo aniversario de la caída del muro de Berlín, en la ahora capital de la Alemania reunificada, que merced al empuje y perseverancia natos del pueblo germano, ha florecido en todo su esplendor: urbanístico, económico y comercial. No hago demagogia liberal, sino que relato lo que es cierto, pues por motivos profesionales visité Berlín una vez al año desde 1997 y hasta 2003; admirando el nuevo milagro alemán que asume la pobreza de la parte oriental y el papel como locomotora de la economía liberal europea. Pero ahí están, aunque nos pese.

Acostumbrado, en esa época, a deambular por diversos lugares y los más pintorescos países, me conmovió profundamente atravesar el famoso Check Point Charlie (era el tercero de los pasos, de ahí su nombre) y cambiar la industrial alemania federal, por la fría, extraña y paupérrima república "democrática".
Era como si de sopetón hubiera desaparecido el color de las calles de finales del siglo XX, para zambullirme inmisericordemente en los años de mediados de la pasada centuria, un entorno en blanco y negro con escasas tonalidades en sepia, sin atisbos de otras tonalidades. No recuerdo cuantos controles me hicieron ese día los Vopos, la policía del "pueblo" a las órdenes del inmisericorde, efectivo y exitoso "Misha", mano izquierda de Honecker. Acabé entablando cierto trato con una patrulla de Volkspolizei con los que compartí varias latas de conservas y el pan de molde que había comprado en un supermercado occidental. Medio en inglés y usando los cuatro palabros que sabía en alemán, compartimos un divertido y ameno almuerzo tras un muro de piedra en uno de los barrios berlineses con solares aún asolados por los bombardeos de la segunda guerra mundial.


Tanto soviéticos como norteamericanos, ingleses y franceses; basaron la totalidad de sus esfuerzos en desarraigar a los alemanes de cualquier sentimiento patriótico, en destrozar cualquier símbolo de su identidad nacional y en desterrar la totalidad de sus tradiciones, con la pretensión de desarmar a las generaciones siguientes. Los occidentales optaron por el consumismo y la instauración de "valores" materiales ante la necesidad real de esos años, intentando copar en todo momento cualquier brote de identidad.


No existía tampoco un sentimiento de confianza entre la sociedad alemano oriental, la delación y la denuncia podía venir de cualquier persona del propio entorno laboral, personal e incluso del familiar. Con los años he entendido el sentimiento de angustia, la ansiedad constante de los alemanes orientales no solamente a nivel individual, sino como comunidad, como colectividad ¿Cómo va a existir un sentimiento de afecto en un entorno de traición, denuncia y miedo permanentes? La larga sombra de la Stasi planeaba en todos los segmentos de la población, una policía política eficacísima, cuyo servicio secreto logró infiltrar agentes no solo en lo más profundo de su propio tejido social, sino también en importantísimos puestos de la administración y el poder de la Alemania occidental.

La caída del Muro se asocia a la destrucción de los regímenes comunistas en la mayor parte del mundo, a pesar de que aún permanecen muchas personas subyugadas por estos asesinos genocidas. Esta supuesta victoria sobre el marxismo, no ha servido para que un nuevo juicio de Nuremberg encause a los responsables comunistas sobre los más de cien millones de asesinados bajo este régimen en todos los países del mundo. Esta victoria liberal sobre el marxismo no ha servido para juzgar la financiación de grupos terroristas y guerrillas a lo largo y ancho de nuestro planeta, nadie ha tenido el valor de sumar los muertos por terrorismo a la cuenta de los comunistas.
Al contrario, la penetración del marxismo en la sociedad occidental fue y es tan profunda, que se les tolera y se les tiene por demócratas de toda la vida; a pesar de mantener sus apoyos y simpatías por Fidel Castro, Corea del Norte, China, etc. Y nuestra sociedad está tan aborregada que es absolutamente incapaz de escupirlos y expulsarlos completamente de nuestro entorno. Por cierto, en España no somos ajenos al genocidio que cometieron los comunistas y sus hijos.... (socialistas, socialdemócratas, etc.), recuerden Paracuellos.
Y para acabar, es necesario recordar al gran olvidado de esta conmemoración en Berlín, a Su Santidad Juan Pablo II, el Magno. Auténtico artífice de la caída del muro y el comunismo opresor. Preguntaba con sorna Stalin "¿Cuántas divisiones tiene el Papa?" y el tiempo le ha respondido que..... ¡¡¡¡¡MILLONES!!!!! Que son la fuerza de la FE, el empuje de la ORACIÓN y la perseverancia de saberse hijo de Dios y por tanto poseedor de la Verdad.
1 comentario:
Gracias por estos sabrosos recuerdos y reflexiones.
Por cierto, yo también serví en la Brunete (en el RIAC "Alcazar de Toledo" nº 61).
Un abrazote.
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