jueves, 26 de mayo de 2016

En favor de la Monarquía.


Monarquía en mayúsculas en el encabezamiento de este artículo, sencilla y llanamente porque la Monarquía debe tratarse así cuando es tradicional y legítima. Lo demás son inventos encuadrados en una especie de república monarquistona.

Este breve escrito nace a partir de la lectura, aún inacabada, de las memorias de Niceto Alcalá Zamora, primer presidente de la segunda y nefasta república española. A medida que voy pasando las páginas del libro no dejo de sorprenderme y de comprobar el grado de filibusterismo y corrupción que se había cebado con nuestra Patria, en base a un teórico régimen político favorable a los más necesitados y supuestamente convertido en la voz del pueblo.

Niceto Alcalá Zamora y Torres licenciado en derecho a los 17 años era sin duda un tipo inteligente, inteligente y listo cabría añadir. Proveniente el meapilismo liberal supo moverse y medrar desde el llamado "Pacto de San Sebastián" para traicionar al régimen alfonsino y convertirse en el primer presidente de la segunda república.

Los problemas con todas las facciones políticas de esa etapa, son constantes, pero no tan solo por la obtención del poder, sino por el reparto de la riqueza entre las clases dirigentes. Él mismo así lo declara a finales del verano de 1937, el corresponsal estadounidense Edward Knoblaugh tuvo que abandonar España por temor a un atentado del Frente Popular. Pasó la frontera y una vez en Francia fue a visitar al ex presidente de la República:

“Cuando me encontraba en París, de vuelta a mi patria, fui a visitar al exiliado numero 1 de España, Niceto Alcala-Zamora, primer presidente de la II República. El que tiempo atrás fuera “héroe de la nueva República” había pasado, de ocupar el lujoso Palacio  Presidencial de Madrid, a vivir casi en la miseria en una habitación de una casucha en una callejuela  parisiense".
"Los hombres que ahora gobiernan España fueron un día mis mejores amigos –me dijo con tristeza-. Son  como satélites míos… Yo les saqué de la nada y los coloqué en puestos de riqueza e importancia. Si no hubiera sido por mí, no habrían llegado a ser nada. Ahora olvidan todo esto, y no dudaron en destruirme  cuando las conveniencias políticas exigieron de ellos que dejasen de lado la Constitución y olvidasen sus  ideas de democracia. -Siempre me he opuesto a cualquier revolución contra una autoridad legalmente establecida –dijo-. Pero  el actual Gobierno no tiene vigencia legal, y ni siquiera ha procurado mantener una apariencia de  legalidad desde el siete de abril de mil novecientos treinta y seis, cuando sin ceremonia alguna, me despojaron del cargo para que no constituyese obstáculo para sus planes”,ob. cit. ,pp., 252 a 254".
Sin olvidar que, en sus memorias, el propio Alcalá Zamora se desplaza desde Madrid a su población natal, Priego de Córdoba, para supervisar el negocio patrimonial de su familia, los olivos. Dando curso vía telefónica a los asuntos importantes de estado, pero sin atender los telegramas del cuerpo consular con motivo del fallecimiento del rey de Inglaterra, como él mismo declara.
Al igual que Manuel Azaña, con quien mantuvo constantes enfrentamientos, Alcalá Zamora no se hace responsable de prácticamente ninguna de sus acciones y descarga las culpas sobre las personas de su entorno o las de los partidos políticos. Sin reconocerlo tácitamente.
                       

El 17 de enero de 1937 en la portada del Journal Genève, Niceto Alcalá- Zamora acusaba  a los que habían sido sus mejores amigos:

“A pesar de los esfuerzos sindicalistas, el Frente Popular obtenía solamente un poco más, muy poco, de  200 actas, en un Parlamento de 473 diputados. Resultó la minoría más importante, pero la mayoría se le escapaba. Sin embargo, logró conquistarla consumiendo dos etapas a toda velocidad, violando todos los escrúpulos de legalidad y de conciencia.
Primera etapa: Desde el 17 de febrero, incluso desde la noche del 16, el Frente Popular, sin esperar al fin  del recuento del escrutinio y la proclamación de los resultados, la que debería haber tenido lugar ante las Juntas Provinciales del Censo en el jueves 20, desencadenó en la calle la ofensiva del desorden, reclamó el Poder por medio de la violencia. Crisis: algunos Gobernadores Civiles dimitieron. A instigación de dirigentes irresponsables, la muchedumbre se apoderó de los documentos electorales: en muchas  localidades los resultados pudieron ser falsificados.
Segunda etapa: Conquistada la mayoría de este modo, fue fácilmente hacerla aplastante. Reforzada con una extraña alianza con los reaccionarios vacos, el Frente Popular eligió la Comisión de validez de las actas parlamentarias, la que procedió de una manera arbitraria. Se anularon todas las actas de ciertas  provincias donde la oposición resultó victoriosa; se proclamaron diputados a candidatos amigos  vencidos. Se expulsaron de las Cortes a varios diputados de las minorías. No se trataba solamente de una  ciega pasión sectaria; hacer de la Cámara una convención, aplastar a la oposición y sujetar al grupo  menos exaltado del Frente Popular. Desde el momento en que la mayoría de izquierdas pudiera prescindir de él, este grupo no era sino el juguete de las peores locuras. Fue así que las Cortes prepararon dos golpes de estado parlamentario. Con el primero, se declararon así  mismas indisolubles durante la duración del mandato presidencial. Con el segundo, me revocaron. El último obstáculo estaba descartado en el camino de la anarquía y de todas las violencias de la guerra civil” .
Según César Vidal Manzanares : "Así, sobre un total de 9.716.705 votos emitidos, 4.430.322 fueron para el Frente Popular; 4.511.031 para las derechas y 682.825 para el centro. Otros 91.641 votos fueron emitidos en blanco o resultaron destinados a candidatos sin significación política. Sobre estas cifras resulta obvio que la mayoría de la población española se alineaba en contra del Frente popular y, si a ello añadimos los fraudes electorales encaminados a privar de sus actas a diputados de centro y derecha, difícilmente puede decirse que contara con el respaldo de la mayoría de la población. A todo ello hay que añadir la existencia de irregularidades en provincias como Cáceres, La Coruña, Lugo, Pontevedra, Granada, Cuenca, Orense, Salamanca, Burgos, Jaén, Almería, Valencia y Albacete, entre otras, contra las candidaturas de derechas. Con todo, finalmente, este cúmulo de irregularidades se traduciría en una aplastante mayoría de escaños para el Frente popular". Estos datos sobre los resultados de las elecciones de 1936 nos demuestran dos cosas:
1) Alcalá Zamora no solo traiciona la legalidad republicana al violar la constitución y disolver las cámaras por segunda vez en su mandato, sino que en pago a ese gesto para beneficiar al Frente Popular, es destituido por las cortes y así lo reconoce en sus memorias, sin que nadie se muestre abiertamente a su favor. 
2) El presidente de una república es elegido en base a los criterios de unos electores y propuesto por un partido político, siendo siempre prisionero de las influencias partidistas que haya en cada momento.
Sin entrar en cuestiones jurídicas, el alegato en favor de la Monarquía es abiertamente sencillo: Necesitamos un rey legítimo que reine y gobierne, que tenga capacidad de bloquear o suprimir las ambiciones partidistas y velar únicamente por el bien de sus súbditos, como decía don Carlos VII:
Hay en la actualidad, mi querido Alfonso, en nuestra España una cuestión temerosísima: la cuestión de Hacienda. Espanta considerar el déficit de la española; no bastan a cubrirlo las fuerzas productoras del país; la bancarrota es inminente… Yo no sé, hermano mío, si puede salvarse España de esa catástrofe; pero, si es posible, sólo su rey legítimo la puede salvar. Una inquebrantable voluntad obra maravillas. 
Si el país está pobre, vivan pobremente hasta los ministros, hasta el mismo rey, que debe acordarse de don Enrique el Doliente. 
Si el rey es el primero en dar el gran ejemplo, todo será llano; suprimir ministerios, y reducir provincias, y disminuir empleos, y moralizar la administración, al propio tiempo que se fomente la agricultura, proteja la industria y aliente al comercio. Salvar la Hacienda y el crédito de España es empresa titánica, a que todos deben contribuir, gobiernos y pueblos. Menester es que, mientras se hagan milagros de economía, seamos todos muy españoles, estimando en mucho las cosas del país, apeteciendo sólo las útiles del extranjero… En una nación hoy poderosísima, languideció en tiempos pasados la industria, su principal fuente de riqueza, y estaba la Hacienda mal parada y el reino pobre. Del Alcázar Real salió y derramose por los pueblos una moda: la de vestir sólo las telas del país. Con esto la industria, reanimada, dio origen dichoso a la salvación de la Hacienda y a la prosperidad del reino”.
Carlos VII. 1869Carta manifiesto a su hermano S.A.R. Don Alfonso de Borbón y Austria-Este, que en 1931 se convirtió en Alfonso Carlos I. Primer documento con el que se presentó a los españoles.

Y es, sin duda alguna, la instauración de un Rey con tales cualidades la necesidad básica para que España salga del desastre y del saqueo constante de las arcas públicas a las que nos mantienen sometidos sindicatos y partidos políticos. La necesidad del Rey es ahora más inmediata que nunca, porque mientras un Monarca legítimo mantenga a la Patria libre del filibusterismo, los españoles podremos seguir adelante con dignidad y los partidos políticos, sin sustento económico público, se ahogaran en sus propias heces.
Este artículo está carente de fundamentos jurídicos y teorías que otras personas mucho más preparadas han sabido desarrollar en los 183 años de historia del Carlismo. Y este interés por la Nación debería ser el único objetivo de los carlistas para desterrar discrepancias absurdas y volver a ser la base y el cimiento de la sociedad tradicional que defendemos y que ahora tiene peligro de naufragar.
¡¡¡ POR ESPAÑA !!!
¡¡¡ POR EL REY !!!

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