miércoles, 21 de enero de 2009

CHECAS (02)


CHECAS DE VALENCIA
Del diario progresista valenciano "Levante-EMV" extraemos los siguientes datos de un artículo firmado por Francisco Agramunt: "Loreto Apellániz. Algunos mandos republicanos valencianos particularmente activos fueron promovidos en los últimos años de la guerra a puestos de responsabilidad en las filas del Servicio de Inteligencia Militar, como fue el caso de Loreto Apellániz García, el más eficiente jefe del SIM en Valencia y a quien la causa general lo consideraba como «el más cruel de los agentes republicanos». ¿Quién era Apellániz? La opinión de los nacionales contrastaba con la que mantenían algunos dirigentes republicanos más radicales sobre este hombre de acción, con cara de pocos amigos, pero de gran intuición e inteligencia aguda, que realizó una carrera meteórica en el ejército y en los servicios de contraespionaje. Era un tipo duro, bastante alto y de complexión robusta, de unos cuarenta años. Con gran paciencia había conseguido crear una tupida red de agentes y delatores -algunos de ellos considerados de derechas- de gran eficacia que actuaban dentro de las checas, y entre los que se encontraban José Martínez Mineto, Enrique Vicioso, López Egea y el maestro Pérez Picot. Antes de la guerra ejercía como funcionario en Correos y el tiempo libre lo dedicaba a la importación y distribución en España de películas extranjeras, como la checa Éxtasis, de Maachati.
Al terminar la guerra su nombre figuraba el primero en las listas franquistas de las personas buscadas. Se le consideraba como el más cruel de los cabecillas del SIM, al que se atribuía la responsabilidad de todas las checas de este organismo durante el último período de la lucha civil. Fue detenido por militares republicanos tras el golpe del coronel Casado en marzo de 1939 y encerrado en la cárcel Modelo de Valencia, cuyo director, Tomás Ronda, se negó a liberarlo y lo entregó a los nacionales en un intento de reconciliarse con ellos y conseguir su perdón. Al ser ocupada la ciudad por las tropas franquistas fue capturado en la propia prisión, juzgado sumariamente y condenado a muerte.
Fue ajusticiado a principios de abril de 1939 junto al resto de sus colaboradores, entre los que se encontraban los ya citados Martínez Mineto, Pérez Picot, Vicioso y López Egea, que fueron pasados por las armas en el campo de tiro de Paterna. Su muerte la recogió una noticia publicada por el diario Avance en los primeros días de abril de 1939. Cabeza de plata. Otro de los chequistas más activos en la capital y en la provincia de Valencia, como aseguraba Salvador Ferrandis Luna en su libro Valencia roja (1938), era un curioso personaje apodado Cabeza de Plata, que se encontraba inválido a causa de las graves heridas que recibió en el cráneo y en los miembros cuando combatía como soldado en la guerra de Marruecos en los años veinte. El citado individuo, cuya identidad se desconoce, durante los primeros meses de la guerra lideraba una banda de incontrolados que cometieron numerosos asesinatos de sacerdotes rurales, propietarios y elementos considerados de orden. Mientras, varios agentes republicanos que habían actuado y alcanzado notoriedad en Madrid se trasladaron a Valencia, donde prosiguieron su trabajo en algunas de las checas del Departamento Especial de Información del Estado (Dedide) o en las del Servicio de Inteligencia Militar (SIM).

Éste fue el caso del impresor y ex dirigente juvenil comunista Agapito García Atadell, quien había alcanzado fama en la capital por haber instalado una checa antifascista en el número 1 de la calle de Martínez de la Rosa. García Atadell había organizado las juventudes comunistas a finales de la década de los años veinte. Checa de Santa Úrsula. Una de las checas de más triste memoria para muchos valencianos se instaló en el interior del convento de Santa Úrsula, justo a la espalda de las torres de Quart, en la plaza del mismo nombre. Estuvo dirigida durante un tiempo por el comisario Juan Cobo; el comandante republicano Justiniano García, jefe de la escolta del ministro Galarza; el capitán de milicias Alberto Vázquez y sus dos hermanos, y otros que habían ejercido mando en la checa madrileña de la calle del Marqués de Riscal, de donde procedían. Como técnico con amplia autoridad figuraba, entre otros extranjeros, un individuo de nacionalidad rusa que usaba el nombre de Peter Sonin, así como su mujer, Berta, cuya actuación alcanzó notoriedad en Valencia. Tal vez el personaje más emblemático que pasara por esta checa fue el abogado Jesús-María Domingo Abargues, destacado miembro de la Comunión Tradicionalista en Gandia, que fue sometido durante tres meses a toda clase de torturas y vejaciones.
Al abandonar la checa aparentaba ser un anciano y el pelo lo tenía todo blanco, a pesar de que sólo contaba 31 años de edad, según testimonio de su hija, María Luisa Domingo. Por dicho convento pasaron muchas personas para ser interrogadas, como fue el caso del periodista, abogado, escritor y político Luis Lucia Lucia, fundador de la Derecha Regional Valenciana (DRV), partido demócrata cristiano inspirado en la doctrina de la Iglesia y con un planteamiento regionalista. Tras el golpe militar del 18 de julio, se adhirió a la causa republicana, lo que no impidió que fuese detenido y enviado a esta checa, donde fue interrogado, aunque en ningún momento sufrió maltrato físico debido a su condición de antiguo ministro de la República. Durante su estancia recibió la visita de su mujer, que le entregaba ropa limpia y alimentos. Igualmente paso por esta checa el periodista José Ombuena Antiñolo, que fue incomunicado en una reducida, oscura y sombría celda cuyo suelo estaba ocupado por afiladas puntas de ladrillos y cubierto por una fina capa de agua. Acurrucado, sin posibilidad de moverse o cambiar de posturas y con una escasa alimentación, estuvo allí varios días hasta que fue puesto en libertad. Su experiencia fue tan traumática y dolorosa que nunca quiso hablar de ella, ni siquiera a sus familiares y amigos más allegados.
Por pertenecer a la quinta columna fue detenido y enviado a esta checa el maestro Justo de Ávila Sampascual, que era miembro de la Falange Española de la JONS desde el 22 de diciembre de 1933. Checa de Sorní. La checa de la calle de Sorní número 7 se creó poco después del pronunciamiento militar y más tarde formó parte de la red de centros del SIM del Ejército de la República. Consiguió fama allí el ya citado Loreto Apellániz. Por allí pasó el aristócrata y terrateniente Federico Espinosa de los Monteros, que fue maltratado durante tres meses. Bajo la responsabilidad de Apellániz fue atado al respaldo de una silla, donde le fueron retorcidos los órganos genitales, tortura que le provocó una grave orquitis. Igualmente fue interrogado y torturado el doctor José Luis Maíquez Noguera, destacado dirigente de la derecha local. También recibió palizas el estudiante Jesús Sancho-Tello Mercada [futuro gran y conocido abogado], que más tarde se convertiría en un famoso abogado penalista. Fue detenido y encerrado en una checa, donde fue torturado por ser miembro de las Juventudes Católicas.
Otra de las personalidades que fue interrogada en esta checa fue el ginecólogo Carlos Guastavino, miembro de una prestigiosa familia de intelectuales y arquitectos valencianos originaria de Italia. Muy cerca de esta checa se encontraba la de la calle del Grabador Esteve, junto al viejo cauce del río, donde sufrió tortura la religiosa seglar Carmen Viel Ferrando, quien en enero de 2001 fue beatificada por el Papa Juan Pablo II en el Vaticano. La detuvieron los milicianos el 2 de noviembre de 1936 y fue enviada a esta checa, donde sufrió torturas a causa de su actividad pastoral, y fusilada en la carretera del Saler la noche del 4 al 5 de noviembre, cuando tenía 42 años. De triste recuerdo también era la checa instalada en el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús de la calle de Navellos, junto a la plaza de la Virgen, por la que pasaron numerosas personalidades de la vida cultural, económica y artística valenciana consideradas de derechas. Se encontraba situada en el convento de Santa Ana y estaba regentada por la Congregación de Hermanas Carmelitas de la Caridad, fundada por Santa Joaquina de Vedruña. En los primeros meses de la guerra funcionó una checa y más tarde se reconvirtió en un centro del Servicio de Inteligencia Militar, permaneciendo inactiva un breve tiempo a causa de la explosión de un depósito de trilita ubicado allí en un bombardeo. Uno de los personajes más conocidos que pasó allí por error fue el pintor y cartelista republicano José Peris Aragó, que había sido detenido por la policía militar por estar indocumentado mientras guardaba turno para comprar un bocadillo en el restaurante Barrachina de la plaza de Emilio Castelar.
La checa de la calle de Carniceros, situada en el colegio de los Escolapios, fue denominada preventorio número 1, dependiente del SIM. Pasó por esta checa el estudiante de Medicina y miembro de la Falange valenciana Francisco Aparici Mocholí, que el 18 de julio se adhirió al pronunciamiento militar. Asimismo fue enviado a esta checa el sacerdote escolapio José Antonio Puche, quien, tras ser detenido por los agentes del SIM, fue enviado al barco-prisión Rita Sister, atracado en el puerto de Valencia. De allí pasó, el 1 de junio de 1938, al preventorio número 1, donde permaneció hasta el 21 de enero de 1939 en que fue trasladado a la cárcel de Alicante. Durante el tiempo que permaneció en la checa celebró numerosas misas e incluso impartió ejercicios espirituales a los detenidos. Igualmente se encontraba el religioso franciscano Buenaventura Yagüe; el comerciante italiano Querubino Valsangiacomo; el empresario Fernando García Berlanga, hermano del que más tarde sería cineasta Luis García Berlanga; el periodista monárquico Andrés Revez, redactor del periódico ABC de Madrid, y el empresario de transporte Antonio López Grau. Checa en Gandía.
Tal vez una de las checas más activas fue la que se estableció en el colegio de los Escolapios de Gandia, situada en el edificio de la antigua universidad de esta ciudad, creada por los jesuitas en el siglo XVI. Allí fue instalada en las primeras semanas de la guerra civil una checa donde eran internados «los que por su ideal político, posición económica o ideas religiosas, eran considerados enemigos de la causa roja». Al frente de ella se encontraba Roberto Espinosa Verdú, que como delegado del gobernador civil de la provincia de Valencia, desde el comienzo de la contienda actuaba como jefe. Conjuntamente con éste ejercían también la máxima autoridad los hermanos Ramón y Andrés Perelló Peiró, José María Castellá Lloret, Enrique Ballesteros Valero, Antonio Azcón Cornell, José Pedraza Lillo, Rafael Pérez Martí, Benjamín Bravo Morales, Benjamín Benedito y José Fayos. Entre los que fueron bárbaramente maltratados estaban el padre rector de los jesuitas, Tomás Sitchas; el padre Constantino Carbonell; los hermanos jesuitas Grimaltos y Gelabert; el doctor José Melís y el obrero Pascual Moreno y otros muchos que luego fueron asesinados." En Barcelona surgió la Oficina Jurídica (sic) dirigida por José Batlle y Antonio Devesa (antiguos condenados por atraco a fuertes condenas de prisión, cuya actuación criminal sorprendía incluso en un ambiente tan dantesco como el de la época). Todo ello fue hasta tal punto que el gobierno suprimió en Madrid a los serenos para que las llaves las tuviesen sólo los vecinos, pero los milicianos entraban con armas. Para lograr detenciones las checas también usaron de los registros públicos del Ministerio de la Gobernación.
Normalmente detenían por la noche y en grupos de cuatro o algunos más. Junto con la detención se hacía un registro y confiscación y robo de bienes de interés. Tras la detención se solían aplicar torturas con el fin de sacar información política o el paradero de otras personas, y otras veces la tortura era un fin en sí mismo. Se interrogaba al detenido en un ambiente hostil y represivo sin que normalmente estuviera presente el denunciante ni pudiera defenderse y luego era torturado o paseado. A menudo los milicianos entraban en una casa buscando a una persona, y si no estaba se llevaban como sustituto a un hijo, padre, abuelo, madre o cualquier otro familiar. Era tal el número de asesinados y paseados en las cunetas de las carreteras o alrededores de cementerios que la Dirección General de Seguridad disponía diariamente de un fichero con las fotografías de los rostros patéticos de los asesinados con un número para ser identificados.

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