viernes, 18 de mayo de 2007

EL PRÍNCIPE QUE SE NECESITA (2ª PARTE)

PRÍNCIPE MILITAR Y FIGURA POLÍTICA EUROPEA

Así como Carlos VII y Jaime III, reyes desterrados de España, formaron parte del Ejército del Zar y Don Alfonso Carlos luchó en el Ejército Pontificio y combatieron valerosamente en diversas guerras, el Príncipe don Javier, primo carnal de la reina Isabel de Bélgica, madre de Leopoldo III, se alistó en 1914 con autorización de don Jaime, en el Real Ejército belga y se distinguió con su hermano don Sixto en el arma de Artillería, ascendiendo por méritos de guerra al grado de comandante de estado mayor y siendo condecorado con dos cruces de guerra y con la Cruz de la Orden de Leopoldo de Bélgica. El papa Benedicto XV le confió la misión de efectuar unos sondeos de paz, juntamente con su hermano el príncipe don Sixto, fallecido en 1934, y más tarde por encargo de su cuñado el Emperador Carlos I de Austria Hungría, que había sucedido en 1916 a Francisco José, propuso a los aliados la paz separada que de haber sido aceptada habría evitado el desastroso final y el lamentable tratado de Versalles.

Al ser invadida nuevamente Bélgica en 1940 por los alemanes, con violación de la neutralidad del pequeño país, don Francisco Javier, cumpliendo caballerosamente sus compromisos de honor, se puso inmediatamente al lado del rey Leopoldo. Tres semanas justas estuvo en campaña. Al capitular las tropas belgas consiguió retirarse al castillo de Bostz, cerda de Vichy, donde mantuvo contacto con el Mariscal Pétain y fue solicitada nuevamente su mediación en diversos acuerdos internacionales por jefes de estado y dirigentes políticos europeos, como Pétain y Churchill, destacándose su recia personalidad entre todas las Casas Reales europeas.

Al retirarse los alemanes, el Príncipe Regente fue llevado en rehén al tristemente famoso campo de concentración de Dachau, donde cayó gravemente enfermo y le fue practicada una delicada operación sin anestesia de ninguna clase. Tras grandes penalidades y horrible odisea, en la que milagrosamente salvó la vida y que pusieron a prueba el temple de su alma cristiana, fue liberado por las tropas norteamericanas en el Tirol austriaco. Los sufrimientos del Príncipe fueron seguidos con ansiedad por sus leales Carlistas y su liberación fue celebrada emocionadamente en toda España con actos religiosos de acción de gracias y de renovación de lealtad, cariño y respeto, destacando los celebrados en Pamplona el día de San Francisco Javier de 1944, que constituyeron una grandiosa manifestación popular de adhesión a don Javier, con resonancia nacional y en el extranjero.

En el famoso proceso del Mariscal Pétain, enfrentándose con el ambiente hostil y apasionamiento político de la posguerra, compareció ante el Tribunal de París para deponer como testigo de descargo a favor del ilustre soldado, con quien le unía antigua amistad.

ABANDERADO DE LA MONARQUÍA CATÓLICA TRADICIONAL

En el magnífico Manifiesto, fechado en Bostz, el 25 de julio de 1941, expuso los caracteres de la Regencia Legítima, Nacional y Tradicional para la restauración de las instituciones españolas y solución del pleito dinástico y brindó con ella al país la verdadera fórmula unión nacional, así como la digna coronación del maravilloso esfuerzo de la Cruzada Nacional, que debía cerrar para siempre el período catastrófico de un siglo de revolución liberal que nos condujo a la república comunista. A este documento pertenecen los siguientes párrafos:

Si quienes deben abrir paso a esta solución, en la que la Comunión se eleva generosamente sobre cuantos sentimientos propios ha creado en sus gentes el trato de justicia, no lo hiciesen, sería porque frente a ella se seguirían manteniendo propósitos particulares, y en tal caso ante la persistencia en la desviación, la obligada defensa de España haría que se plantease de nuevo la necesidad de continuar la lucha y para hacerlo se proclamaría sin demora en el seno de la Comunión Tradicionalista, en lo que lo auténticamente nacional volvería a quedar recluido, el Príncipe que la acaudillase y recogiera los agravios de su pueblo, Rey legítimo en el Trono o en el destierro, sobre cuyo derecho no podría en adelante admitirse discusión”.

En diciembre de 1945 cruzó de riguroso incógnito la frontera para recibir en San Sebastián a los jefes carlistas después de los días difíciles de la guerra mundial y restablecido de su enfermedad dirigió un manifiesto y una carta a los carlistas y Requetés, que fue recibida por éstos con enorme entusiasmo. En Marzo de 1948 publicó un hermoso documento, lleno de gran contenido doctrinal, con motivo del centenario de Carlos VII. En 1949 hizo un viaje al Canadá y Estados Unidos, realizando importantes entrevistas con políticos y dirigentes católicos de ambos países. A su regreso a Europa contestó con una hermosa carta al escrito que le habían dirigido trescientos párrocos y sacerdotes navarros.

El 8 de mayo del año santo de 1950 acudió peregrino a Roma con su hermana la emperatriz Zita y rehusando su puesto reservado en la tribuna de los príncipes de sangre real asistió a la basílica de san Pedro con los peregrinos Carlistas a la canonización del español San Antonio María Claret, siendo recibido en audiencia pública ante más de 50.000 fieles y personalidades asistentes por Su Santidad el Papa Pío XII, a quien hizo entrega de obsequios de la Comunión Tradicionalista y de un mensaje manuscrito de inquebrantable fidelidad de todos los carlistas y requetés españoles a la Santa Iglesia y al Papa, alabando el Vicario de Cristo el ferviente catolicismo y valentía de los Requetés, bien demostrada en la Cruzada anticomunista e impartiéndoles su bendición apostólica.

En audiencia a los Carlistas peregrinos en Roma hizo pública una trascendental declaración política por la que su línea recababa sus derechos de sucesión, en su día, al Trono de España, con las siguientes palabras:

“… si apuradas todas la posibilidades no resultare Príncipe de mejor derecho y merecedor de la confianza del último Rey, de la que soy depositario, no olvidaré que la casa de Parma, españolísima de origen y leal a la Legitimidad, sabrá recoger la herencia de mi abuelo don Felipe V, junto con todos sus derechos y gravísimos deberes”.


JURA DE LOS FUEROS EN GUERNICA Y VIAJE POR ESPAÑA

En 25 de mayo, del mismo año santo, cruzó nuevamente de incógnito la frontera dirigiéndose a Madrid donde presidió el Consejo de la Tradición, ante el que leyó su Manifiesto dado en Madrid y recibió la entusiasta manifestación del ferviente deseo del Carlismo de proclamarle legítimo sucesor de la Dinastía Legítima y restaurador de la Monarquía Católica Tradicional.

Al día siguiente, 26 de junio de 1950, juró como Regente de España bajo el árbol de Guernica, los Fueros, leyes y libertades tradicionales del señorío de Vizcaya y de todos y cada uno de los reinos y regiones que integran la Monarquía tradicional española, en el 75 aniversario de igual Jura hecha por Carlos VII en 1873, con arreglo a la tradición nacional y como antes la hicieron los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel en 1476.

Durante el curso del año santo fue recibido nuevamente por Su Santidad el Papa Pío XII varias veces, una de ellas acompañado de su augusta esposa la Princesa doña Magdalena de Borbón y de sus seis hijos, que acudieron para ganar el Jubileo.

En noviembre de 1951, acompañado de su hija la Princesa doña María Francisca, realizó un viaje verdaderamente triunfal por varias regiones españolas, recibiendo grandes manifestaciones populares de respeto, adhesión y cariño. Fue acogido con entusiasmo indescriptible por grandes multitudes, que saludaron continuamente su paso con aclamaciones fervientes y unánimes de ¡Viva el Rey!, explosión del genuino pensamiento legitimista español. Ante la venerada imagen de Nuestra Señora de Montserrat y en presencia de nutrida representación carlista juró los Fueros del Principado de Cataluña.

REGENCIA Y SUCESIÓN LEGÍTIMA

Los caracteres de la Regencia aparecen en el Real Decreto Institucional y en la carta que Su Majestad el Rey don Alfonso Carlos dirigió al Príncipe don Javier en 10 de marzo de 1936. En ella declara el Rey:

Quedando, por tanto, en duda cual sea el orden sucesorio; queda excluida la línea de don Francisco de Paula, he creído procedente la constitución de la Regencia, bien para que con el concurso de todos los buenos españoles restaurar la Monarquía Tradicional Legítima y en su día con las Cortes representativas y orgánicas declarar quien sea el Príncipe en el que concurren las dos legitimidades; bien “si esa hora tarda” puedes Tú llamar a mi sucesión a quien corresponda, y seguir todo el orden sucesorio hasta llegar al Príncipe que de veras asegure la lealtad a la Causa Santa que no está al servicio de una sucesión de sangre, porque es esta la que ha de servir a aquella como ordenada ante todo al bien común de los españoles.

Esta Regencia no debe privarte de ningún modo de un eventual derecho a mi sucesión, LO QUE SERÍA MI IDEAL, por la plena confianza que tengo en ti, mi querido Javier, que serías el salvador de España
”.

Termina este Documento Real declarando solemnemente la exclusión de la rama usurpadora del Trono y de todas la líneas que la reconocieron según las leyes tradicionales de España.

A pesar de tan solemnes declaraciones, el problema de su sucesión siguió preocupando al Rey y en carta póstuma a su Jefe Delegado, Excelentísimo Sr. Don Manuel Fal Conde, fechada poco tiempo antes de su muerte, reiteró nuevamente la exclusión de todas las líneas liberales, nombrándolas una por una por su orden, y al llegar a la de don Francisco Javier declara:

Pido a Dios lo arregle de modo que don Javier Carlos sea mi sucesor legítimo y después de él sus hijos. Tengo plena confianza en mi sobrino Javier y espero que él sea el salvador de España”.

Hoy, pues, como ayer y como siempre, los Carlistas presentamos a todos los buenos españoles la figura prócer del Príncipe legítimo y digno.

“Para salvar a España” ¡¡¡Éste es el príncipe que se necesita!!!

¡¡¡España por don Francisco Javier de Borbón!!!


Madrid, 10 de Marzo de 1952.

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