viernes, 13 de mayo de 2016

EL GRAN HOLOCAUSTO DE PARACUELLOS DE JARAMA (01)

Por D. José Antonio García-Noblejas
Académico C. de la Real de la Historia
Ex Director General de Archivos y Bibliotecas


Introducción

“¿Cómo es posible que el silencio y el olvido de quienes más obligados estaban hacia los Mártires haya caído sobre su memoria como si jamás hubieran existido? La señal de restauración plena de la Iglesia y de España sólo vendrá por la renovación de la santa memoria de estos Mártires y de todos los de la Cruzada”.

Ésta fue la grave requisitoria formulada por José Antonio García-Noblejas en la conferencia que pronunciara abriendo el ciclo cultural de nuestra Fundación el 5 de noviembre de 1986 bajo el título “EL GRAN HOLOCAUSTO DE PARACUELLOS DEL JARAMA”. El insigne conferenciante hizo un minucioso análisis de la trágica y gloriosa historia de los Mártires de Paracuellos del Jarama, el más grandioso holocausto católico de todos los tiempos sucedido en España y uno de los mayores de la historia de la Iglesia Universal. Inicua y gigantesca carnicería de hombres indefensos, testimonio de espíritu cristiano y patriótico, sacrificados sin razón ni pretexto alguno.


En el Madrid de 1936 todo estaba diabólicamente dispuesto por los órganos de poder, desde el Ministerio de la Gobernación a la Dirección General de Seguridad, desde la Junta de Defensa a su Delegado de Orden Público. El genocidio de Paracuellos, con los millares de presos de las cárceles de Madrid fusilados en un paraje solitario, al pie del Cerro de San Miguel, fue como un torrente de sangre que viniera a engrosar el caudal de masacres anteriores y posteriores en la España roja, sin contar los miles de asesinados en cualquier lugar por los chequistas que gozaban de facultad para registrar, detener, torturar, juzgar sumarísimamente y ejecutar a sus víctimas. Quienes no lo vivieron, señala García-Noblejas, no sabrán nunca la zozobra y angustia de la lectura de las trágicas listas para las “sacas” carcelarias, ni de los sublimes ejemplos de entereza, serenidad y entrega a la voluntad de Dios.

Cada madrugada, la prisión en penumbra por temor a la aviación nacional, un miliciano leía a gritos, linterna en mano, la larga lista que portaba. Una vez cacheados los presos llamados, atadas fuertemente sus manos con bramante, alambre o cable eléctrico y, amarrados de dos en dos por los codos, eran subidos a camiones o autobuses en los que partían para su trágico y glorioso destino, siempre vigilados y amenazados hasta el último instante.

Escalofriante itinerario de prisiones madrileñas de La Modelo, Ventas, San Antón, Porlier, patética relación de nombres y apellidos de Mártires asesinados, prisión y muerte de Pedro Muñoz Seca y de Ramiro de Maeztu, fusilado en Aravaca. ¿Cuántas víctimas reposan en el Camposánto de los Mártires de Paracuellos? No es posible señalar cifras exactas, mas no sería difícil establecer su número aproximado con nombres, fechas y procedencias. El número de sepultados en Paracuellos, incluidos los llevados de Boadilla del Monte, Ribas-Vaciamadrid, Torrejón de Ardoz y de otros lugares próximos (excluyendo los 800 del cementerio de Aravaca) supera con mucho las cifras señaladas por recientes estudios. El número de 8.354 Mártires que expresa el Archivero-Historiador de la Real Academia de la Historia, Arsenio de Izaga, en su obra “Los presos de Madrid”, puede ser el más aproximado hasta ahora.

A quien hace este emocionado y escalofriante relato de los tristes sucesos de Paracuellos del Jarama, trágico olvido para muchos en la historia -como si fuera tan fácil esconder de un plumazo 8.354 seres asesinados-, no se le puede tildar de exageración, subjetivismo o fantasía, porque los títulos que le avalan son éstos: Notario número 1 de Madrid, primero del escalafón nacional; ex Director General de Archivos y Bibliotecas; miembro de la Comisión Española de Colaboración con la UNESCO; Académico de Bellas Artes de San Fernando y de la Historia; Consejero de la Sociedad Internacional de Derechos de Autor; autor él mismo de numerosas publicaciones, Gran Cruz del Mérito Civil y de San Raimundo de Peñafort. Y algo más importante que todo eso, testigo de cargo, en carne propia, de checas, calabozos y prisiones de la España roja.

Voy a intentar ofrecer, en difícil síntesis, lo que fue el holocausto de Paracuellos del Jarama, inmenso, gigantesco, sin precedentes en la historia de España. Y he querido titular así, de “holocausto”, a mi intervención, con todo el significado de sacrificio cruento, de ofrenda, de expiación, que corresponde a la palabra, la misma empleada por Monseñor Antonio Montero, Obispo de Badajoz, en su libro La persecución religiosa en España 1936-1939, cuando habla del “impresionante holocausto de Paracuellos de Jarama”.

He de ocuparme con preferencia de aquellos mártires y de las circunstancias en que fueron inmolados, más que de los ejecutores y responsables del genocidio. Fuera de mi propósito queda ahora depurar cualquier clase de culpabilidades, evitando herir los oídos y ensuciar mi lengua pronunciando ciertos nombres bien conocidos, que por todas sus letras y por todas sus sílabas destilan a torrentes la sangre de mártires.

Deseo también aclarar que empleo la palabra “mártires” sin prejuzgar el juicio de la Santa Madre Iglesia, haciéndolo en términos genéricos, con el sentido que le diera en su tiempo, con referencia a los mártires de nuestra guerra, los Santos Padres Pío XI, Pío XII, Juan XXIII y respecto a los mártires de Otranto Juan Pablo II. El mismo significado con que lo emplearon todos y cada uno de los Obispos españoles independientemente en 1936 y todos juntos en su conocida Carta Colectiva de 1.º de julio de 1937.

El martirologio español en la Historia de la Cruzada

Los hechos de que vamos a ocuparnos constituyen Historia, historia que ya lo es de medio siglo, con perspectiva adecuada para conocerlos y enjuiciarlos en la plenitud de sus accidentes y circunstancias, y que necesariamente hemos de estudiar si aspiramos a conocer la historia contemporánea de nuestra Patria.

Ciertamente la Historia constituye un permanente afán de la Humanidad, nacido de la preocupación espiritual del hombre por conocer su pasado, y que con distintas interpretaciones alcanza también -y en alto grado- a la materializada edad en que vivimos. En estos días comprobamos a cada paso el constante interés en ofrecer a la masa ciudadana los hechos de la guerra de España, es decir su historia, en forma parcial y deformada, lo que no debe sorprendernos, por cuanto como decía el profesor Martín Almagro hace más de treinta años, el combate en el campo del pensamiento, entre los dos grupos de cultura que llamamos del Este y de Occidente, se centra hoy precisamente en la interpretación de la historia.

En este rudo combatir en el área de la cultura, se inserta, como elemento clave, el conocimiento puntual y exacto de los terribles acontecimientos producidos en los desolados campos de Paracuellos del Jarama hace ahora cincuenta años, capítulo fundamental en el martirologio español de 1936-39, con el enorme relieve que a este martirologio corresponde en la Historia grande de la Cruzada. Bastaría esta consideración para justificar la adecuación de la materia martirial a las tareas intelectuales que incumben a la “Fundación Nacional Francisco Franco”. Pero tenemos algo más para autorizar esta justificación. Contamos con el testimonio expreso y reiterado de la devoción y la fe del Caudillo hacia nuestros mártires. En la mano tengo una copia del autógrafo que envió al Arzobispo de Valladolid en 1.º de abril de 1950 con motivo del grandioso homenaje rendido a los mártires en el Santuario Nacional de la Gran Promesa de la capital castellana con asistencia de numerosos Obispos, de la totalidad de los Superiores Generales de las Órdenes Religiosas y de altas personalidades de la nación. Un precioso escrito, cuyo facsímil entrego con mucho gusto a la Fundación, en el que el Generalísimo, en relación a los mártires y con la precisión conceptual que le caracterizaba, decía: "Ellos fueron parte principal de nuestra victoria y hoy fieles celadores de nuestra grandeza. ¡Dichosa la tierra que cuenta con tales hijos, pues no puede ser abandonada de la mano de Dios! Ante su recuerdo besemos la tierra bendita de nuestra Patria que regó su sangre y acogió sus restos."

El inmenso genocidio de Paracuellos del Jarama

Al hablar de Paracuellos de Jarama Fr. Octavio Marcos, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, se expresa de este modo: "He aquí un nombre que ha sido grabado a punta de cuchillo en el alma de España y cuyos caracteres están teñidos en la púrpura de su sangre. Lugar sagrado, campo de expiación, tierra sembrada de cuerpos santos y fertilizada con sangre de mártires. Aún perciben nuestros oídos el rasgado silbar de la metralla que troncha vidas beneméritas en la virtud y en las ciencias, en íntima fusión con las plegarias: “¡Viva Cristo Rey!, ¡Dios!, ¡España!, ¡Perdónalos Señor!”, que brotan de labios moribundos y se elevan al cielo como perfumado sahumerio de sangre palpitante que empapa la tierra y la cubre de regio manto de púrpura, glorioso atributo de la victoria y de la Realeza de Cristo."

Y Monseñor Antonio Montero, en su citada obra dice: Las ejecuciones producidas en Paracuellos del Jarama constituyen capítulo aparte, lo mismo en la historia del Madrid rojo, que en la del resto de las provincias afectadas por la persecución... impresionante holocausto.


Ciertamente el número de mártires allí sepultados resulta incalculable en términos precisos, porque al número de presos “sacados” de las cárceles madrileñas mediante listas nominativas, hemos de sumar los innumerables allí ejecutados en pequeños grupos o individualmente, de los que no se conserva referencia escrita, entre agosto de 1936 y comienzos de 1937, inhumados por cualquier sitio de aquellos lugares, de los cuales algunos fueron exhumados después de la guerra, e identificados o no, se trasladaron a nuevas zanjas contiguas a las de Paracuellos de Jarama, del mismo modo que se hizo con los innumerables fusilados en Torrejón de Ardoz, Boadilla del Monte, El Pardo y otras procedencias entre las cuales se cuentan algunas mujeres. 






No hay comentarios: