Por
D. José Antonio García-Noblejas
Académico
C. de la Real de
la Historia
Ex
Director General de Archivos y Bibliotecas
Introducción
“¿Cómo es posible que el silencio y el
olvido de quienes más obligados estaban hacia los Mártires haya caído sobre su
memoria como si jamás hubieran existido? La señal de restauración plena de la Iglesia y de España sólo
vendrá por la renovación de la santa memoria de estos Mártires y de todos los
de la Cruzada ”.
Ésta fue la grave requisitoria
formulada por José Antonio García-Noblejas en la conferencia que pronunciara
abriendo el ciclo cultural de nuestra Fundación el 5 de noviembre de 1986 bajo
el título “EL GRAN HOLOCAUSTO DE PARACUELLOS DEL JARAMA”. El insigne
conferenciante hizo un minucioso análisis de la trágica y gloriosa historia de
los Mártires de Paracuellos del Jarama, el más grandioso holocausto católico de
todos los tiempos sucedido en España y uno de los mayores de la historia de la Iglesia Universal.
Inicua y gigantesca carnicería de hombres indefensos, testimonio de espíritu
cristiano y patriótico, sacrificados sin razón ni pretexto alguno.
En el Madrid de 1936 todo estaba
diabólicamente dispuesto por los órganos de poder, desde el Ministerio de la Gobernación a la Dirección General
de Seguridad, desde la Junta
de Defensa a su Delegado de Orden Público. El genocidio de Paracuellos, con los
millares de presos de las cárceles de Madrid fusilados en un paraje solitario,
al pie del Cerro de San Miguel, fue como un torrente de sangre que viniera a
engrosar el caudal de masacres anteriores y posteriores en la España roja, sin contar los
miles de asesinados en cualquier lugar por los chequistas que gozaban de
facultad para registrar, detener, torturar, juzgar sumarísimamente y ejecutar a
sus víctimas. Quienes no lo vivieron, señala García-Noblejas, no sabrán nunca
la zozobra y angustia de la lectura de las trágicas listas para las “sacas”
carcelarias, ni de los sublimes ejemplos de entereza, serenidad y entrega a la
voluntad de Dios.
Cada madrugada, la prisión en penumbra
por temor a la aviación nacional, un miliciano leía a gritos, linterna en mano,
la larga lista que portaba. Una vez cacheados los presos llamados, atadas
fuertemente sus manos con bramante, alambre o cable eléctrico y, amarrados de
dos en dos por los codos, eran subidos a camiones o autobuses en los que
partían para su trágico y glorioso destino, siempre vigilados y amenazados
hasta el último instante.
Escalofriante itinerario de prisiones
madrileñas de La Modelo ,
Ventas, San Antón, Porlier, patética relación de nombres y apellidos de
Mártires asesinados, prisión y muerte de Pedro Muñoz Seca y de Ramiro de
Maeztu, fusilado en Aravaca. ¿Cuántas víctimas reposan en el Camposánto de los
Mártires de Paracuellos? No es posible señalar cifras exactas, mas no sería
difícil establecer su número aproximado con nombres, fechas y procedencias. El
número de sepultados en Paracuellos, incluidos los llevados de Boadilla del
Monte, Ribas-Vaciamadrid, Torrejón de Ardoz y de otros lugares próximos
(excluyendo los 800 del cementerio de Aravaca) supera con mucho las cifras
señaladas por recientes estudios. El número de 8.354 Mártires que expresa el
Archivero-Historiador de la
Real Academia de la Historia , Arsenio de Izaga, en su obra “Los
presos de Madrid”, puede ser el más aproximado hasta ahora.
A quien hace este emocionado y
escalofriante relato de los tristes sucesos de Paracuellos del Jarama, trágico
olvido para muchos en la historia -como si fuera tan fácil esconder de un
plumazo 8.354 seres asesinados-, no se le puede tildar de exageración,
subjetivismo o fantasía, porque los títulos que le avalan son éstos: Notario
número 1 de Madrid, primero del escalafón nacional; ex Director General de
Archivos y Bibliotecas; miembro de la Comisión Española
de Colaboración con la UNESCO ;
Académico de Bellas Artes de San Fernando y de la Historia ; Consejero de la Sociedad Internacional
de Derechos de Autor; autor él mismo de numerosas publicaciones, Gran Cruz del
Mérito Civil y de San Raimundo de Peñafort. Y algo más importante que todo eso,
testigo de cargo, en carne propia, de checas, calabozos y prisiones de la España roja.
Voy a intentar ofrecer, en difícil
síntesis, lo que fue el holocausto de Paracuellos del Jarama, inmenso,
gigantesco, sin precedentes en la historia de España. Y he querido titular así,
de “holocausto”, a mi intervención, con todo el significado de sacrificio
cruento, de ofrenda, de expiación, que corresponde a la palabra, la misma
empleada por Monseñor Antonio Montero, Obispo de Badajoz, en su libro La
persecución religiosa en España 1936-1939, cuando habla del “impresionante
holocausto de Paracuellos de Jarama”.
He de ocuparme con preferencia de
aquellos mártires y de las circunstancias en que fueron inmolados, más que de
los ejecutores y responsables del genocidio. Fuera de mi propósito queda ahora
depurar cualquier clase de culpabilidades, evitando herir los oídos y ensuciar
mi lengua pronunciando ciertos nombres bien conocidos, que por todas sus letras
y por todas sus sílabas destilan a torrentes la sangre de mártires.
Deseo también aclarar que empleo la
palabra “mártires” sin prejuzgar el juicio de la Santa Madre Iglesia,
haciéndolo en términos genéricos, con el sentido que le diera en su tiempo, con
referencia a los mártires de nuestra guerra, los Santos Padres Pío XI, Pío XII,
Juan XXIII y respecto a los mártires de Otranto Juan Pablo II. El mismo significado
con que lo emplearon todos y cada uno de los Obispos españoles
independientemente en 1936 y todos juntos en su conocida Carta Colectiva de 1.º
de julio de 1937.
El
martirologio español en la
Historia de la
Cruzada
Los hechos de que vamos a ocuparnos
constituyen Historia, historia que ya lo es de medio siglo, con perspectiva
adecuada para conocerlos y enjuiciarlos en la plenitud de sus accidentes y
circunstancias, y que necesariamente hemos de estudiar si aspiramos a conocer
la historia contemporánea de nuestra Patria.
Ciertamente la Historia constituye un
permanente afán de la
Humanidad , nacido de la preocupación espiritual del hombre
por conocer su pasado, y que con distintas interpretaciones alcanza también -y
en alto grado- a la materializada edad en que vivimos. En estos días
comprobamos a cada paso el constante interés en ofrecer a la masa ciudadana los
hechos de la guerra de España, es decir su historia, en forma parcial y
deformada, lo que no debe sorprendernos, por cuanto como decía el profesor
Martín Almagro hace más de treinta años, el combate en el campo del
pensamiento, entre los dos grupos de cultura que llamamos del Este y de
Occidente, se centra hoy precisamente en la interpretación de la historia.
En este rudo combatir en el área de la
cultura, se inserta, como elemento clave, el conocimiento puntual y exacto de
los terribles acontecimientos producidos en los desolados campos de Paracuellos
del Jarama hace ahora cincuenta años, capítulo fundamental en el martirologio
español de 1936-39, con el enorme relieve que a este martirologio corresponde
en la Historia
grande de la
Cruzada. Bastaría esta consideración para justificar la
adecuación de la materia martirial a las tareas intelectuales que incumben a la
“Fundación Nacional Francisco Franco”. Pero tenemos algo más para autorizar
esta justificación. Contamos con el testimonio expreso y reiterado de la
devoción y la fe del Caudillo hacia nuestros mártires. En la mano tengo una
copia del autógrafo que envió al Arzobispo de Valladolid en 1.º de abril de
1950 con motivo del grandioso homenaje rendido a los mártires en el Santuario
Nacional de la Gran
Promesa de la capital castellana con asistencia de numerosos
Obispos, de la totalidad de los Superiores Generales de las Órdenes Religiosas
y de altas personalidades de la nación. Un precioso escrito, cuyo facsímil
entrego con mucho gusto a la
Fundación , en el que el Generalísimo, en relación a los
mártires y con la precisión conceptual que le caracterizaba, decía: "Ellos fueron parte principal de
nuestra victoria y hoy fieles celadores de nuestra grandeza. ¡Dichosa la tierra
que cuenta con tales hijos, pues no puede ser abandonada de la mano de Dios!
Ante su recuerdo besemos la tierra bendita de nuestra Patria que regó su sangre
y acogió sus restos."
El
inmenso genocidio de Paracuellos del Jarama
Al hablar de Paracuellos de Jarama Fr.
Octavio Marcos, de la
Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, se expresa de este
modo: "He aquí un nombre que ha sido
grabado a punta de cuchillo en el
alma de España y cuyos caracteres están teñidos en la púrpura de su sangre.
Lugar sagrado, campo de expiación, tierra sembrada de cuerpos santos y
fertilizada con sangre de mártires. Aún perciben nuestros oídos el rasgado
silbar de la metralla que troncha vidas beneméritas en la virtud y en las
ciencias, en íntima fusión con las plegarias: “¡Viva Cristo Rey!, ¡Dios!,
¡España!, ¡Perdónalos Señor!”, que brotan de labios moribundos y se elevan al
cielo como perfumado sahumerio de sangre palpitante que empapa la tierra y la
cubre de regio manto de púrpura, glorioso atributo de la victoria y de la Realeza de Cristo."
Y Monseñor Antonio Montero, en su
citada obra dice: Las ejecuciones
producidas en Paracuellos del Jarama constituyen capítulo aparte, lo mismo en
la historia del Madrid rojo, que en la del resto de las provincias afectadas
por la persecución... impresionante holocausto.
Ciertamente el número de mártires allí
sepultados resulta incalculable en términos precisos, porque al número de
presos “sacados” de las cárceles madrileñas mediante listas nominativas, hemos
de sumar los innumerables allí ejecutados en pequeños grupos o individualmente,
de los que no se conserva referencia escrita, entre agosto de 1936 y comienzos
de 1937, inhumados por cualquier sitio de aquellos lugares, de los cuales
algunos fueron exhumados después de la guerra, e identificados o no, se
trasladaron a nuevas zanjas contiguas a las de Paracuellos de Jarama, del mismo
modo que se hizo con los innumerables fusilados en Torrejón de Ardoz, Boadilla
del Monte, El Pardo y otras procedencias entre las cuales se cuentan algunas
mujeres.
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