jueves, 8 de enero de 2015

Y digo yo...

No es este que escribe un ejemplo a seguir en prácticamente nada, solamente soy un escribidor, un relator que pone en voz alta aquellas cuestiones que asolan sus pensamientos sobre la realidad nacional e internacional, teniendo como base el cuatrilema carlista.
 
Seguramente, un articulista carente de la más estricta ortodoxia, quizás más heterodoxo que "purista", pero eso deben juzgarlo Ustedes, aquí me limito a poner mis pensamientos, mis ideas y mis inquietudes, a buen seguro todas ellas erróneas. Y empiezo con la manida y requerida cuestión de la unidad entre las diversas familias carlistas. Aunque seguramente, y que Dios me perdone, ya no me atrevo a añadir  a aquellos que del llamado "partido" (yo más que partido lo veo astillado), continúan anclados en una "pendiente revolución" heredada de la frustración de don Carlos Hugo, más que de su propia evolución ideológica. Recientemente me comentaba alguien cercano al príncipe don Carlos Hugo, su obsesión por acercarse a través de miembros del Opus Dei al propio Almirante Carrero Blanco, como una forma de llegar hasta el dictador y desbancar a don Juan Carlos de los puestos de salida, de la pool position que contaba con las bendiciones del régimen, a pesar que el general Franco se olía lo que podía venir después... aún teniéndolo todo "atado y bien atado".
 
Tan absurda me parece toda la desviación ideológica de don Carlos y sus seguidores en el partido: pre y post ausencia total por parte del régimen del 18 de julio al descendiente de don Javier I y de los miles de Requetés que combatieron en la guerra civil, que va desde la negación de los hechos a cuestiones tan peregrinas que al propio Stalin le harían erizar los pelos del bigote, como otras posturas igualmente ilógicas procedentes del sector católico más militante, más ortodoxo y aunque me sabe mal decirlo, más radical dentro de nuestras filas. Visto desde fuera, los carlistas nos hemos estado moviendo entre el marxismo más rancio y hasta el catolicismo más carca (recordemos que carca significa carlista católico y yo soy bastante carca). Creo, en mis limitadas entendederas, carentes de la formación que otros poseen en grandes cantidades, que la cuestión socialista, autogestionaria y demás... es algo más bien procedente de una rabieta de don Carlos Hugo y que luego no supo o no quiso volver al buen camino y ni tan siquiera me voy a detener en algo que es tan ajeno al Carlismo como la relación entre el agua y el aceite.
 
Pero si que es evidente que el movimiento político que nace en 1833 reclamando que se cumpla la LEY y que el infante don Carlos pase a suceder a su hermano Fernando VII (rey felón y rey bastante cabestro, sea todo dicho), es una lucha dinástica e INDUDABLEMENTE defensora no solo de una monarquía tradicional y una visión política muy propia de nuestras tradiciones, sino que esa tropa de hombres y mujeres abnegados también se convierten en los defensores de la FE y la Palabra de Cristo, por tanto también... de la Santa Madre Iglesia. Y eso es indudable e innegable, pero... ¿Hasta que punto estamos llegando hoy día poniendo en cuestión la autoridad del Santo Padre? ¿Hasta que punto estamos llegando con la celebración de la Eucaristía interpretando las formas y no lo que significa la transustanciación y el sacrificio de la Misa? ¿A dónde estamos llegando con discusiones teológicas si la Santa Misa debe ser en latín y de espaldas al pueblo o .....? ¿Qué nos está pasando? ¿Nos perdemos en las formas y nos pasamos el fondo por.... ahí?
 
¿A que estamos jugando? ¿A confundir a los que ya están en nuestras filas o a aburrir por no decir acojonar a los que se acercan a nosotros? El caso, sin ir más lejos, el de mi hijo. Un niño aplicado y cumplidor de su FE que se ha visto desengañado por discusiones vacuas, hueras de contenido y rellenas de absurdos. Ya le puedo hablar de la infalibilidad del Santo Padre en cuestiones de FE y en cuanto ve lo que se cuece alrededor de la Causa, prefiere virar velas en otra dirección.
Lo mismo nos ocurre con el clasismo trasnochado, con los llamados matrimonios morganáticos o la polémica habida a cuenta del matrimonio de SAR el príncipe don Jaime... por favor, señoras y señores que estamos en el siglo XXI. Que ni abundan las casas reales, ni abunda la virtud entre sus componentes.
 
En cierta ocasión dije que el conservadurismo es una ideología política oxidada y oxidable porque se aferra al pasado, al hecho de conservar... y que le TRADICIONALISMO era la evolución natural de las esencias básicas de nuestra formación histórica basadas en Roma y en la Cruz, pero que avanza con los tiempos sin perder de vista sus cimientos.
 
Creo que desgraciadamente hemos perdido de vista no solo nuestra trayectorias, sino también la brújula que nos debe llevar a atar nuestras estachas en puertos seguros donde poder trasvasar los principios de Dios, Patria y Rey. Como creo que nos hemos dejado llevar por el pecado de la soberbia al no haber antepuesto los intereses de la Causa, es decir la defensa de la Cristiandad y de la Patria, frente a los viejos odios particulares de cada uno de nosotros o de cada facción. Si bien es cierto que don Carlos Javier no es santo de mi devoción, como si lo es su hermano... creo que estamos dejando pasar un momento histórico irrepetible de volver a fraguar una unidad real entorno a la figura del hijo de don Carlos Hugo.
 
Hay más carlistas fuera de las organizaciones, que dentro de ellas y nosotros nos hemos ceñido a defender nuestras particulares parcelas en las que la tierra apenas ya produce y las frutos cada vez están más ausentes. La prueba es que ante una crisis moral, política y económica de dimensiones horrorosas no hemos sabido encauzar un movimiento sólido de respuesta al estado criminal liberal y han sido los de la acera de enfrente los que prometiendo el oro y el moro se han llevado el gato al agua.
 
Me recuerda esta analogía a alguna frase de la "Guerra de las Galaxias"... El pueblo español ha elegido el camino fácil, el camino al reverso tenebroso... pero los carlistas, tenemos nuestra parte de culpa porque nos hemos quedado como sepulcros blanqueados y no como apóstoles de la FE, de la PATRIA y del REY, aunque no nos guste el que hay.
 
 

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