sábado, 23 de enero de 2010

Reflexiones (30)

MÁS QUE EL AJO.


Reiteradamente mi querido amigo Alexandre, durante el café semanal se encarga de recordar mi tozudez en ciertos temas diciéndome: "Te repites más que el ajo". Y es cierto, como creo que es necesario expresar públicamente mis ideas y no esconder lo que opino. ¿Estamos o no estamos inmerso en un marco legal que permite la libertad ideológica y de expresión? Otra cosa es que todo sea una pantomina monumental de aquellos que detentan un poder realmente dictatorial, basado en dos modelos de sociedad: la oficial y la real. La realidad de las desigualdades, la realidad de una política en la cual los "profesionales" del chanchullo están ahí para enriquecerse con cargo a las arcas públicas, es decir, del bolsillo de todos nosotros. ¿Qué medidas de disminución salarial se han tomado entre los políticos durante la crisis? Es muy sencillo de responder: Se ha untado a aquellos que podrían tener la llave de, según las normas del juego de esta democracia falsa, poder realizar movilizaciones para que los trabajadores mostremos nuestro cabreo con el poder. Continúa habiendo miseria y pobreza, no ya en los paises del tercer mundo, sino al lado de nuestra casa; mientras que los políticos continúan con el despilfarro en comidas, cenas, jolgorio, chorradas, prostitutas... Y en una serie inacabable de anormalidades que incluso, están bien vistas por un amplio sector de la población. Panem et circensis, entregad a las masas noticias tan importantes como la operación de la tal Belén Esteban, para evitar que en los medios de comunicación aparezca el cabreo real que hay en la calle. Un enfado generalizado, por una situación límite que después tendrá un nulo reflejo en las urnas, porque somos incapaces de votar para validar o penalizar la totalidad de una gestión gubernamental, se vota sectariamente y en función del aluvión de mensajes que inunda nuestros hogares en la constante campaña electoral que vivimos. De ahí, mi constante afirmación de vivir en una sociedad aborregada a la que le han quitado casi por completo la capacidad de pensar, razonar, argumentar y consecuentemente actuar. Más que el ajo, pero con toda la razón.

He hecho algo nada habitual en mi, ver televisión para poder tener más elementos de juicio en mis afirmaciones, y creo que continúo sin equivocarme. El aborregamiento de la sociedad se puede percibir sin tener que poseer un sexto u octavo sentido y ahí tenemos otro modelo, en la tragedia que ha sufrido Haití con este terromoto. Mientras los europeos nos perdíamos en comisiones y subcomisiones políticas para decidir que hacer, como hacerlo y quien saldría en los medios de prensa; los americanos han enviado a trece mil quinientos soldados para poner orden y tener la logística adecuada para poder repartir la ayuda necesaria para la supervivencia de la población. Pero en vez de ayudar y tirar del carro, florece el habitual anti americanismo y criticamos su forma de actuar, ponemos palos en las ruedas; eso si, sentados en el sillón oficial mientras los marines se están jugando la vida. Como se jugaron la vida y la perdieron para salvar a Europa del nazismo, combatir el comunismo en la guerra fría o sacarnos las castañas del fuego en la guerra de la antigua Yugoslavia. Si, soy bastante pro americano, pero eso no me impide analizar con cierta objetividad la situación, ellos ya están en el lugar de la tragedia mientras nuestra ayuda se pudre esperando, en los aviones, a que nuestros políticos tomen una decisión. La tragedia de Haití es solo una muestra de la maldad de los poderosos, no solo se juega con la vida de los más necesitados desde un cómodo sillón oficial, con plazos, tiempos y procedimientos largamente innecesarios. La miseria, el hambre, la tragedia, la muerte, la amputación de brazos y piernas por falta de antibióticos no pueden esperar, no deben esperar a que los políticos tomen decisiones administrativas.

Mientras los progres se dedican a criticar las acciones de los marines, nuestra sociedad traga con ello, dona sus pocos ahorros y..... es incapaz de reaccionar ante el vómito anti americano de una progresía embotada que almuerza, merienda y cena en los mejores restaurantes de nuestro país, mientras en Haití la gente se muere y en España se embelesan con los soeces comentarios y la anti cultura reinante en nuestras poderosas televisiones. Unas televisiones que violan permanentemente la legalidad vigente sobre el horario infantil, pagando multas de 25€ diarios como sanción, emitiendo esos asquerosos programas, no del "corazón", sino de las heces más repugnantes.

Me repito más que el ajo, pero tengo toda la razón.

Y sigo repitiéndome, pero ahora en clave carlista.

Todas mis simpatías y proximidades son para con la CTC, a pesar de que pueda discrepar de diversas cuestiones y aunque siga discrepando, no por ello voy a dejar de darles mi humilde apoyo y colaboración. Pero continuamos teniendo diferencias en cuanto a la cuestión monárquica, o más concretamente en quien podría o debería ser el titular legítimo de la Corona de las Españas. Decía recientemente en el Foro de la CTC, mi querido don Carlos Ibáñez lo siguiente:

"Nuestro D. Carlos VIII falleció de muerte natural. Fumaba demasiado.

Yo también estuve esperando que alguno de sus hermanos o sus sobrinos recogiese la bandera de la Tradición. No D. Antonio, primero, ni D. Francisco José, después, tomaron en serio la herencia de su Abuelo. Yo me ví dos veces con D Francisco José. Terminé olvidándome de él de tal modo que ni menteré cuando falleció en Viena.

Es una desgraca que hoy no tengamos Rey. Pero no la agravemos soñando con lo que no puede ser.

Hoy no nos queda más que defender los princpios de la Tracición, los únicos que pueden devolver a España su grandeza, huérfanos de monarca. Posibilidad que ya apuntó D. CArlos VII en su Testamento Político. Estamos en el 2010 y volver a las polémicas de 1950, entre carlistas, no sirve para nada. La historia para los historiadores. Para nosotros la acción política para la salvación de España."

Y desde la discrepancia, pero con todo respeto, debo decir que efectivamente no debemos caer en el error de buscar puntos de fricción o enfrentamiento entre los carlistas, pero está claro que nuestro último rey legítimo es don Javier I, no don Carlos Pío. A partir de ahí todos conocemos lo que ha ocurrido con sus hijos, pero no debemos obviar que don Javier tiene nietos y que en ellos reside la legitimidad para convertirse en rey de los carlistas. Evidentemente algo se está moviendo en la relación entre don Sixto y don Carlos Hugo, que puede acabar traduciéndose en una reconciliación y el reconocimiento de la legitimidad dinástica en uno de sus hijos, bien sea don Carlos Javier o en don Jaime, en quien particularmente recaen mis simpatías, por su trayectoria personal.

Me sigo repitiendo más que ajo, pero debo reiterar que debemos llevar a cabo la consecución total de nuestro cuatrilema por coherencia ideológica, aún con más motivo, existiendo un punto de encuentro en el conflicto dinástico que padecemos y una posibilidad de solución. Desde el punto de vista político y práctico, tenemos la necesidad de una figura que lidere nuestra Causa, porque un comité, una junta de gobierno o un grupo de amigos no pueden cohesionar el apoyo necesario para nuestra supervivencia política, como si puede hacerlo la figura de un príncipe carlista, comprometido con la pesada carga que supone ser el depositario de la legitimidad y la Tradición de las Españas.

Algo se mueve en la casa Borbón Parma, algo se hunde en los antiguos seguidores del socialismo autogestionario de don Carlos Hugo y algo se cuece en el Carlismo; donde la Comunión Tradicionalista Carlista no puede ni ser obviada, ni estar ajena a los hechos.

Los carlistas no podemos permitirnos tener la misma actitud que los políticos liberales europeos, perdiéndonos en comisiones políticas, en juegos de palabras, conceptos y otra serie de chorradas, es decir, no podemos seguir perdiendo más tiempo del que ya hemos consumido. Tenemos por delante, no solo la entronización del legítimo Rey de la Españas, sino la prioridad de dar a nuestra Patria aquello que ha perdido, que es mucho, desde la dignidad hasta la unidad; desde la cultura hasta la educación, desde la ley hasta el orden y desde el buen gobierno hasta el "desaborregamiento" de una sociedad en la que aún quedan muchos carlistas que o no nos conocen o no quieren conocernos.

Me repito más que el ajo, si; pero necesitamos una puesta a punto. Modernizarse no significa perder ni obviar, ni mucho menos olvidar la Tradición. En si misma, la Tradición supone la modernización constante, teniendo como base unas profundas y fuertes raíces en Dios, la Patria, los Fueros y el Rey.

1 comentario:

Embajador dijo...

Reconozco para empezar mi "tronovacantismo" en la linea de lo que expresa Carlos Ibañez, y de la que tú mismo expresas en el sentido de que un rey no puede ser elemento de división entre carlistas.

Dicho lo cual me gustaría pedirte que nos dieras más datos sobre D. Jaime sobre quien no conozco absolutamente nada.