domingo, 3 de mayo de 2009

El Requeté, página 234.

EL REQUETÉ
LUIS REDONDO Y JUAN DE ZAVALA
EDITORIAL AHR (BARCELONA)
Página 234 y siguientes
.


Los trabajos prácticos de este período habían empezado ya en realidad antes de venir la República, pues por ejemplo, en la huelga revolucionaria del año 1930, en Pamplona salieron a la calle 40 Requetés mandados por Jaime del Burgo que cooperaron al orden público. Ya en 1931, con la República a la vista, se multiplicaron las actividades, principalmente en Cataluña y en Navarra. Los gobernantes republicanos enviaron una columna de maniobras por los montes navarros “con la obsesión de cazar a los fantasmas amenazadores de Zumalacárregui, Ollo y Radica”.

En esta última región hubo una reunión en casa de los Baleztena, en Leiza y se decidió organizar unos grupos “para contención de posibles desmanes y que pudieran ser vivero de futuros esfuerzos de mayor envergadura”. En esta reunión están presentes significadas personalidades que traen representación, puede decirse, de todo el Carlismo vasco-navarro. Preside Joaquín Baleztena, y por Guipúzcoa está Ignacio Plazola; por Vizcaya, Jesús Castañaga; por Logroño, José María Herreros de Tejada, y por Navarra, Generoso Huarte. Se habla por primera vez de la posibilidad de un alzamiento armado y se elevan a don Jaime, que está en París, los acuerdos que tienen una significación militar y que el rey aprueba, y más tarde don Alfonso Carlos confirma e impulsa.

Inmediatamente aparecen los primeros núcleos de requetés que organizaba Generoso Huarte y que consistían en unos grupos de diez hombres, llamados “decurias”, sin que, por lo pronto, hubiera idea de organización superior, aunque sí una coordinación de todas esas unidades, ya que pronto en todo el País Vasco se cuenta con unos 10.000 mozos juramentados. Su carácter inicial era puramente defensivo, por eso no fue necesario un mayor volumen militar, pero de su instrucción se encarga el coronel retirado don Eugenio Sanz de Lerín. La finalidad principal era, por entonces, custodiar los edificios religiosos, pues ya habían ocurrido los sucesos del 11 de mayo, en que ardieron tantas iglesias. Por esta razón hubo un ofrecimiento a las autoridades religiosas de cada localidad. El clero aceptaba aquellos servicios y percatado de la gravedad de los sucesos que se avecinaban, ayudó y cooperó todo lo que pudo a la organización de los “requetés”, que fue creciendo por momentos.

La Comunión Tradicionalista activó sus trabajos políticos en toda España, y los Requetés tuvieron que dedicar sus servicios a la vigilancia y custodia de las calles, locales, círculos y salones públicos donde se celebraban los mítines, así como los periódicos, etc.
Hay que dedicar un recuerdo a aquel periódico que el año 1931 dirigían en Pamplona, Jaime del Burgo y Mario Ozcoidi, el semanario La Esperanza, nombre que tenía un brillante historial en las luchas periodísticas del Carlismo, y que puede simbolizar el espíritu que animaba a los requetés de aquella época. Este semanario fue el primer periódico -6 de junio de 1931- que habló claro sobre lo que era la República y que trató de poner sobre aviso a los buenos españoles de los males que se avecinaban. Así nos describen sus propios fundadores los propósitos que los animaban:

“ Turbar digestiones de personas “sensatas” y “prudentes”.

“Éramos considerados como unos eternos Quijotes, provocadores de conflictos y de situaciones violentas”.

“Teníamos un ideal hermoso y vivo, y sentíamos necesidad de sustentarlo y defenderlo con más razón que nunca”.

“A la revolución laica no se la vence con transacciones ni claudicando, sino con arrogancia y temeridad, utilizando sus misma armas, dando la cara, con orgullo y firmeza de héroes”.

“Las corrientes reconocementeras de la época; la odiosa insinuación de procurar, dentro del desorden, algo de orden, o sea, dentro de la República laica, respeto a la propiedad y al dinero, idea suprema de aquellas masas anodinas –espíritus mozárabes-, sublevan nuestra conciencia de requetés”.

“Y no queríamos vivir del recuerdo de glorias pasadas, con cuya evocación se organizaban magníficas veladas en los círculos y casinos. Queríamos igualarlas, si no superarlas, en un anhelo redentor”.

Culminación de estos primeros esfuerzos fue el colosal mitin que se celebró a los dos meses justos de venir la República, en la plaza de toros de Pamplona, en que se reunieron 30.000 católicos de diversas procedencias y matices políticos, que al salir contagiados del espíritu de los tradicionalistas, gritaban: “¡Viva don Jaime!” y “¡A Madrid, a Madrid!”.

No hay comentarios: