EL REQUETÉ
LUIS REDONDO Y JUAN DE ZAVALA
EDITORIAL AHR (BARCELONA)
Página 234 y siguientes.
Los trabajos prácticos de este período habían empezado ya en realidad antes de venir la República, pues por ejemplo, en la huelga revolucionaria del año 1930, en Pamplona salieron a la calle 40 Requetés mandados por Jaime del Burgo que cooperaron al orden público. Ya en 1931, con la República a la vista, se multiplicaron las actividades, principalmente en Cataluña y en Navarra. Los gobernantes republicanos enviaron una columna de maniobras por los montes navarros “con la obsesión de cazar a los fantasmas amenazadores de Zumalacárregui, Ollo y Radica”.
LUIS REDONDO Y JUAN DE ZAVALA
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En esta última región hubo una reunión en casa de los Baleztena, en Leiza y se decidió organizar unos grupos “para contención de posibles desmanes y que pudieran ser vivero de futuros esfuerzos de mayor envergadura”. En esta reunión están presentes significadas personalidades que traen representación, puede decirse, de todo el Carlismo vasco-navarro. Preside Joaquín Baleztena, y por Guipúzcoa está Ignacio Plazola; por Vizcaya, Jesús Castañaga; por Logroño, José María Herreros de Tejada, y por Navarra, Generoso Huarte. Se habla por primera vez de la posibilidad de un alzamiento armado y se elevan a don Jaime, que está en París, los acuerdos que tienen una significación militar y que el rey aprueba, y más tarde don Alfonso Carlos confirma e impulsa.
La Comunión Tradicionalista activó sus trabajos políticos en toda España, y los Requetés tuvieron que dedicar sus servicios a la vigilancia y custodia de las calles, locales, círculos y salones públicos donde se celebraban los mítines, así como los periódicos, etc.
Hay que dedicar un recuerdo a aquel periódico que el año 1931 dirigían en Pamplona, Jaime del Burgo y Mario Ozcoidi, el semanario La Esperanza, nombre que tenía un brillante historial en las luchas periodísticas del Carlismo, y que puede simbolizar el espíritu que animaba a los requetés de aquella época. Este semanario fue el primer periódico -6 de junio de 1931- que habló claro sobre lo que era la República y que trató de poner sobre aviso a los buenos españoles de los males que se avecinaban. Así nos describen sus propios fundadores los propósitos que los animaban:
“ Turbar digestiones de personas “sensatas” y “prudentes”.
“Éramos considerados como unos eternos Quijotes, provocadores de conflictos y de situaciones violentas”.
“Teníamos un ideal hermoso y vivo, y sentíamos necesidad de sustentarlo y defenderlo con más razón que nunca”.
“A la revolución laica no se la vence con transacciones ni claudicando, sino con arrogancia y temeridad, utilizando sus misma armas, dando la cara, con orgullo y firmeza de héroes”.
“Las corrientes reconocementeras de la época; la odiosa insinuación de procurar, dentro del desorden, algo de orden, o sea, dentro de la República laica, respeto a la propiedad y al dinero, idea suprema de aquellas masas anodinas –espíritus mozárabes-, sublevan nuestra conciencia de requetés”.
“Y no queríamos vivir del recuerdo de glorias pasadas, con cuya evocación se organizaban magníficas veladas en los círculos y casinos. Queríamos igualarlas, si no superarlas, en un anhelo redentor”.
Culminación de estos primeros esfuerzos fue el colosal mitin que se celebró a los dos meses justos de venir la República, en la plaza de toros de Pamplona, en que se reunieron 30.000 católicos de diversas procedencias y matices políticos, que al salir contagiados del espíritu de los tradicionalistas, gritaban: “¡Viva don Jaime!” y “¡A Madrid, a Madrid!”.

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