Como Jesús, muchos hombres y mujeres del Tercer Mundo están condenados a una muerte prematura: violencia, hambrunas, enfermedades, pobreza, acaban muchas veces en muerte.
Segunda Estación: Jesús carga con la Cruz.
Condenados a muerte. Cada uno carga con su cruz e inicia un camino lleno de cruces: soledad, peligros, caídas, explotación, muertes, rechazo...
Tercera Estación: Jesús cae por primera vez.
Primer obstáculo: el desierto. El sol, la arena, la falta de agua y alimentos... muchos caen, algunos encuentran un cireneo y son ayudados por sus compañeros o por los tuaregs; otros, incontables, son abandonados, y su primera caída será también la última.
Cuántas madres dolorosas sueñan con encontrarse con sus hijos inmigrantes...
Cuánta angustia esperando una señal de vida, una llamada telefónica...
Cuánto dolor por no haber podido darles lo que necesitaban: una vida digna, en pobreza, pero digna...
Quinta Estación: El Cireneo ayuda a Jesús.
Una mano tendida en el camino, un camión que acepta tu carga, un policía que hace la “vista gorda” cuando te pide los papeles, un pequeño barco pesquero que rescata a los náufragos del cayuco, una asociación que te acoge, una comunidad eclesial con los brazos abiertos...
Sexta Estación: La Verónica limpia el rostro de Jesús.
El viento del desierto borra pronto las huellas de los “crucificados”... las aguas del mar reflejan, por un instante, la expresión aterrada de los que caen al mar...
... pero el corazón humano es capaz de ver la belleza de los hijos oprimidos de Dios y guardar para siempre su memoria.
Séptima Estación: Jesús cae por segunda vez.
Segundo obstáculo: el mar. Todos los que superaron la primera caída del desierto, deben enfrentarse a un mar desconocido. Algunos vuelven a caer... y para muchos, 20.000 dicen las estadísticas, esta segunda caída será la definitiva.
Octava Estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén.
Si nosotros no somos capaces, con Jesús, de acoger a los jóvenes que nos llegan de otros mundos, consolando así a sus madres... ¡más nos valiera comenzar a llorar por nosotros y nuestros hijos!
Novena Estación: Jesús cae por tercera vez.
El desierto, el mar, las vallas, las fronteras... Una vez más, personas que se quedan en el camino, que caen para no levantarse más. Juan, el marido de Elena, una chica africana que llegó embarazada y vive con su hija entre nosotros, cayó de lo alto de la valla de Melilla y fue conducido maniatado a la frontera entre Marruecos y Argelia. No hemos vuelto a tener noticias suyas...
Décima Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras.
Despojados mil veces a lo largo del camino. En cada frontera, en cada cruce, les despojan de sus vestiduras y sus bienes para repartírselos. Poco importa que sean bandoleros, funcionarios, policías o militares...
Undécima Estación: Jesús es clavado en la Cruz.
Muchos africanos viven pendientes de un hilo, de agua potable, de medicinas que no pueden pagar, clavados en una cruz, agonizantes de por vida... incluso los inmigrantes que han llegado a Europa siguen clavados por su falta de trabajo, vivienda y documentación.
Décimo segunda Estación: Jesús muere en la Cruz.
La muerte de Jesús es la muerte del Inocente. Su figura crucificada nos anima a no permitir que mueran impunemente más inocentes...
Décimo tercera Estación: Jesús bajado de la Cruz.
Hasta los abismos del mar sienten nauseas por tanta muerte y vomitan de vez en cuando el cuerpo de un emigrante... Turistas, sanitarios, policías, todos callamos, cubriendo nuestra vergüenza y nuestra indignación con una capa de silencio...
Décimo cuarta Estación: Jesús es sepultado.
Patera 15-01-2003
Inmigrante nº 8
Desconocido.
La Cruz del Hijo no excluye a nadie, con Él están crucificados todos los inocentes, independientemente de sus credos o religiones...
El Espíritu de Dios devuelve a los cuerpos destrozados la “imagen y semejanza”...
El seno del Padre se convierte en un sepulcro anónimo y en ellos acoge a sus hijos desheredados por los ricos y poderosos...
Décimo quinta Estación: Jesús resucita de entre los muertos.
La pasión y la muerte de Jesús no tenían como destino el sepulcro, sino la resurrección. La vida vence a la muerte, el amor al odio. La resurrección de Cristo es nuestra resurrección. La pasión y la muerte de tantos hombres y mujeres inmigrantes, verdadero vía crucis de una vida indigna a otra más humana, no puede tener más meta que alcanzar la “semejanza” con el Creador.
2 comentarios:
Extraordinario post. Un abrazo.
¡Viva España! ¡Viva Cataluña! ¡Viva Cristo resucitado! Nuestra causa es la más justa y por nuestras obras nos conocerán. Un abrazo. No deicaigáis, hermanos carlistas, la razón la justicia, Cristo y los derechos humanos están de nuestro lado, ¡casi nada!
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