Hoy se cumplen cien años del día en que en una humilde casa de Laybach, huyendo Su Augusta madre e los horrores de la revolución que ensangrentaba a Europa, nació el glorioso Carlos VII. fran Rey de la dinastía legítima. Al cumplirse el primer centenario del nacimiento de quien fue portaestandarte de la restauración tradicional de España, la Comunión Tradicionalista le rinde su mejor homenaje, reafirmando su propósito firmísimo de alcanzar los ideales que, fielmente y a costa de tantos sacrificios, mantuvo siempre tan preclaro monarca.
Cien años de revoluciones, despotismos y persecuciones; cien años de constante sacrificio, de abnegaciones heróicas, de lealtades sin par en la Historia Universal, han forjado la recta estructura de la Comunión Católico-Monárquica, en que se agrupan en apretado haz los carlistas desde que aclamaron a Carlos V hasta hoy, siempre fieles, el Abanderado y quines lealmente le siguen, a los dictados del lema santo: Dios, Patria, y Rey. Cuando se había extinguido la sucesión dinástica, Dios, valiéndose de la sabia y prudente previsión de Su Majestad don Alfonso Carlos, otro gran Rey de la disnastía insobornable ha dispensado a la Comunión la gracia de dotarla de un representante genuino de la autoridad soberana en la persona de S. A. R. el Príncipe Regente, preclaro miembro de la dinastía, dotado de excelsas cualidades, las más propias para el acertado ejercicio del delicado cargo a que ha sido elevado. Posee la misma fe ardiente característica de nuestros reyes está intimamente poseído del mismo fervor contrarrevolucionario y probado, como ellos, por los mismos infortunios, fruto natural de su constante lucha contra la revolución en todas sus formas; tiene el mismo sentimiento del deber, la misma energía y análoga experiencia para guiarnos en los azarosos tiempos que el mundo vive, hasta el día en que Dios temple su justa ira ante los desvíos del pueblo español y nos dispense la gracia de su Divina Misericordia, disponiendo alcance realidad plena aquel ¡Volveré! del gran Carlos VII, que nunca los Carlistas han olvidado, que ha sido su grande y consoladora esperanza en los grandes infortunios. Si no vuelve en su ser natural ni en su dinastía directa, volverá con su sucesión legítima, y, sobre todo, como dijo en su Testamento Político, "con mis principios, únicos que pueden devolverle (a España) su grandeza volveré con mi bandera, que no rendí jamás y que he tenido el honor y la dicha de conservaros sin una sola mancha, negándome a toda componenda para que vosotros podáis temolarla muy alta".
La inquebrantable fidelidad que con lealtad carlista guarda hoy la Comunión al Príncipe don Javier, es la misma inquebrantable fidelidad que guardó a Carlos VII y nos une a él estrechamente hoy que se cumple el centenario de su nacimiento. Por Dios, por la Patria y por el Rey, bajo la Regencia del Príncipe Regente, forma hoy la Comunión la hueste aguerrida de siempre, dispuesta constantemente a servir a España tal y como Dios quiera en cada momento que sea servida, sin regatear abnegaciones ni sacrificios, caso de que éstos fuesen necesarios.
La Comunión Tradicionalista hubiera querido conmemorar tan señalada fecha como corresponde a la egregia figura de Carlos VII; pero un régimen que nació en un campo regado generosamente por la sangre de los requetés nos obliga, con su tenaz persecución, a recluirnos en la intimidad para celebrarla familiarmente, modestamente oscuramente, sin el esplendor que merece una figura que tantos y tan meritorios servicios ha prestado a España, que con tanto honor llena por entero una época de la Historia patria; hemos de contentarnos con menos esplendor que nos sería dado emplear si perduraran todavía la Monarquía liberal o la república, que nada no debía y tan duramente fueron combatidas por Carlos VII y los carlistas. Pero en la intimidad a que se nos obliga, firmemente unidos al Príncipe don Javier, aumentará si cabe el fervor con que los carlistas ratificaremos nuestra lealtad inquebrantable a nuestras ideas, nuestros sentimientos, nuestros propósitos, que son las ideas, los sentimientos, los propósitos que alentaban el noble corazón del gran Rey Carlista Carlos VII.
LA COMUNIÓN TRADICIONALISTA
Madrid, 31 de marzo de 1948.
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