domingo, 13 de julio de 2008

Declaración de SMC don Javier I

Estamos demorando bastante en contestar los varios centenares de correos recibidos en estas semanas, que por razones profesionales no hemos podido atender con las presteza, diligencia y extensión que se merecen nuestros comunicantes, algunos amigos, otros conocidos y algunos otros..... digamos que "pendientes de conocer". En dos de estos correos, bastante respetuosos pero diferenciados, se nos hablaba de la posición socialista de SMC don Javier I desde su juventud y hasta su muerte; cuando en otro de los mensajes nos dejaban al Rey como un devoto y pío cristiano, llegándolo a tildar de franciscano frustrado.

Pues para cada uno de ellos, mi respuesta es un documento firmado por SMC don Javier I y datado en 1950, creo que S. M. dice las cosas muy, muy, pero que muy claras. Y queda más que demostrado que tiene madera de Rey, de Rey Legítimo.
Un abrazo y seguimos dando respuesta a los correos pendientes.


Declaración de S.A.R. el Príncipe Regente DON FRÁNCISCO JAVIER DE BORBON PARMA en la audiencia a los carlistas peregrinos en Roma el 7 de mayo de 1950Declaración de S.A.R. el Príncipe Regente DON FRÁN. CISCO JAVIER DE BORBON PARMA en la audiencia a los carlistas peregrinos en Roma el 7 de mayo de 1950.

Cualquier ocasión es buena para testimoniar al Romano Pontífice nuestra lealtad y amor como Carlistas, que cuando gritamos «¡VIVA CRISTO REY!», declararnos nuestra firme resolución de instaurar en las leyes y en el gobierno de España la Divina Soberanía de Jesucristo, y por tanto la plenitud de los derechos de la Iglesia.

Esto es con toda propiedad el Reinado de Jesucristo en la tierra, la Monarquía espiritual que tiene por Rey al Corazón de Jesús y por Vicario y Representante al Papa.

Pero nuestra misión consiste en instaurar otra Monarquía, Monarquía temporal y humana que sirva a la espiritual y divina como el cuerpo al alma en el compuesto que constituye el hombre.
Cualquier Monarquía gire subvierta ese orden cae, como el cuerpo humano en la enfermedad y en la muerte.

Todo Gobierno que pone como fin de sus actos su propia conveniencia en vez del bien general, o que en lugar de servidor de la Iglesia y del Papa, los utiliza para sus fines políticos es injusto y va contra la constitución divina del poder.

Por eso para responder al fin del poder público se necesitan dos cosas: nobleza de ideales en el gobernante y que la institución y las leyes constitutivas del Régimen sean justas y ordenadas al bien de la sociedad; lo que requiere la moderada pero efectiva intervención del pueblo. Solo nuestra Monarquía tiene estos caracteres.

Rota la sucesión regular en mi inolvidable tío Alfonso Carlos (Q.E.G.H.) es la Regencia la salvación de la institución Monárquica y la garantía de que el futuro Rey sea para la Monarquía y no al revés.

Yo asumo esa Regencia en este interregno, y ese es el deber que juré: salvar la institución amenazada por los autoritarismos liberales y antinacionales, y por las inercias de la democracia liberal conductora al comunismo.

Las presentes circunstancias no permiten una designación imprudente y comprometedora y obligan a pro­longar el interregno.


Pero quiero decir a los Carlistas que os doy la seguridad de que en ocasión adecuada haré esa designación, que, si apuradas todas las posibilidades no resultare Príncipe de mejor derecho y merecedor de la confianza del último Rey, de la que soy depositario, no olvidaré que la Casa de Parma -españolísima de origen, y leal a la legitimidad-, sabrá recoger la herencia de mi abuelo Don Felipe V junto con todos sus derechos y gravísimos deberes.
En esa empresa -ni consuelo y esperanza bajo la predilección de los Sagrados Corazones, están puestos en la COMUNION TRADICIONALISTA, en sus Jefes leales y abnegados, en sus Margaritas heróicas, en sus Juventudes ardientes y en sus gloriosos Requetés salvadores de España, y sin cuya gesta Europa y Roma habrían perecido bajo el comunismo.

Habéis de permanecer en nuestra Unidad y firmes en la disciplina.

Mi Jefe Delegado en diez y seis años de Jefatura Nacional, ha sido siempre el intérprete fiel del pensamiento de mi tío y del mío en la actualidad, con perfecta identificación, y bien sabéis todos con cuantos sacrificios.

En este día de gloria para la Iglesia Española hemos de levantar más que nunca el corazón a Dios. Nuestra hora será la que Su Providencia determine para España.

No deseamos triunfar antes, ni queremos la responsabilidad del retraso en responder al llamamiento divino.


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