viernes, 13 de julio de 2007

¡¡¡¡¡SIN PISTOLAS, NO SON NADA!!!!!

¡¡¡¡¡SIN PISTOLAS, NO SON NADA!!!!!

Este era uno de los centenares de gritos coreados por cientos de miles, por millones de españoles hace diez años; en lo que me atrevo a decir que resultó la mayor rebelión de la sociedad española desde la Cruzada de 1936.
A principios del mes de julio de 1936, regresaba de mi tercer viaje a Israel y por causas ajenas a la compañía aérea, el vuelo se demoró más de lo habitual y la llegada a Barcelona se produjo a eso de las cuatro de la mañana. Entre el desembarco e ir a recojer el equipaje, transcurrió otra hora y media larga, como es tristemente habitual en los aeropuertos patrios. Por suerte para mi, me estaba esperando el taxista que en otras muchas ocasiones me ha acompañado en los trayectos de mi domicilio al aeropuerto y otros sitios donde mi profesión me llevara. Tras un cordial y educadísimo saludo, tomé asiento en la parte trasera y tras ponerme el cinturón de seguridad recosté la cabeza y cerré los ojos. Nos quedaba una hora y cuarto de viaje hasta casa y pretendía aprovecharla durmiendo, tras rezar los tres Ave María de costumbre antes de ir a dormir.
Aunque el taxista tenía el volumen de la radio muy bajo, en el duermevela podía sentir lejana la voz de Antonio Herrero (QEPD), como desgranaba las noticias del día. Había estado casi mes y medio fuera de casa y estaba interesado en conocer, de primera mano, lo ocurrido en mi Patria. El sueño me vencía entre la publicidad y las noticias, hasta que al cabo de un buen rato (creo recordar que eran algo más de las siete de mañana), un emocionado y tartamudeante Antonio Herrero, anunció con una inmensa alegría la liberación de José Antonio Ortega Lara por parte de la UEI (Unidad Especial de Intervención) de la Guardia Civil. Abrí los ojos en un impulso y desapareció el sueño como por arte de magia. Tanto Francesc, el taxista, y yo nos dimos un fuerte apretón de manos. La liberación de Ortega Lara nos alegró a ambos y a todos los que Antonio Herrero iba entrevistando de urgencia.
Llegué a casa diciéndome "Empieza bien el mes de Julio" y subí las escaleras con mayor alegría, mi esposa estaba despierta y nos abrazamos después de cuarenta días sin vernos. Mi esposa estaba embarazada de ocho meses y en vez de preguntarle por su estado le dije: ¡¡Gloria, han liberado a Ortega Lara!! Acostumbrada a mis preocupaciones por estas cuestiones, enraizadas con mi profesión, sonrió. Intenté quedarme a ver la tele y oir la radio, pero ella me rogó que fuera a dormir y así lo hice, mejor dicho, así lo intenté.
Reflexioné durante mucho rato, recé por Ortega Lara, su familia y por los guardias civiles que habían estado investigando durante muchos meses y finalmente actuando para liberar al funcionario burgalés. "Aznar lo está haciendo muy bien" me dije y hoy no me arrepiento de esas palabras, como no me arrepentí entonces. Le pese a quien le pese, el gobierno del PP tuvo muy clara su postura en la lucha contra el terrorismo. Recuerdo que mi último pensamiento fue: "Empieza bien el mes de Julio" y me dormí.
Lamentablemente pocos días más tarde secuestran a Miguel Ángel Blanco Garrido un joven concejal del PP en el municipio de Ermua. Cuando se produce un delito, los que nos dedicamos a la seguridad (pública o privada) indagamos con nuestros amigos, conocidos y contactos para conocer el trasfondo de lo que ocurre, de lo que no se publica en prensa, radio y televisión. Y todos opinábamos de igual modo: "A este chaval lo van a asesinar". El viernes por la noche me telefoneó un gran amigo que por entonces estaba destinado en el GAR de la Guardia Civil en Intxaurrondo y me dijo: "Estamos doblando turnos, estamos sin dormir, mal comidos y sin descanso; pero no hay un solo guardia que quiera dejar su puesto. En estos días todos somos voluntarios".
El sábado vinieron unos amigos a almorzar con nosotros para celebrar mi regreso, y pasamos la tarde expectantes ante el televisor. Expectantes por el destino del joven Miguel Ángel e impresionados por la movilización de la sociedad española. Unamovilización espontánea, sin directores ni catalizadores de ningún tipo. El pueblo español se echó a la calle con decisión y valentía y por primera vez en muchos años, los batasunos y los nacionalistas en general, supieron lo que era tener miedo. Repito y afirmo que fue la mayor respuesta social de los españoles desde la Cruzada. Lastimosamente los medios de comunicación y los políticos superaron su estado catatónico para empezar a dirigir y amansar a la SOCIEDAD que no quería ser tratada como masa aborregada. Los intereses bastardos y LA FALTA DE UN LÍDER que se pusiera al frente de aquel resurgir de nuestro pueblo, consiguió apagar las llamas del clamor patrio contra los asesinos y los separatismos. Aparecían banderas de España por doquier y nadie se escondía ¿QUÉ MIEDO NO SEMBRARÍA ENTRE LOS SEPARATISTAS QUE HASTA EL PNV SE UNIÓ A LOS QUE SE DECÍAN ESPAÑOLES? Y tanto miedo tuvo a la reacción de la sociedad, que a toda velocidad, deprisa y corriendo organizó en exclusiva para ETA, un proyecto de promoción política y social llamado pacto de Lizarra. Pero la valiente sociedad que reaccionó y no se dejó dirigir en un principio ya volvía a estar aborregada y desunida por sus politicastros y los medios de comunicación de masas; de nuevo desarmada e inerte ¡QUÉ LÁSTIMA!
Ese sábado de hace diez años, cuando encontraron el cuerpo de Miguel Ángel Blanco, tres amigas lloraban en mi casa mientras mi esposa, entre lágrimas, acariciaba su fecundo vientre con cariño y esperanza. Los tres maridos permanecíamos serios y callados, sin saber que decir ni que opinar, hasta que el timbre del teléfono nos hizo reaccionar.
De nuevo era mi amigo desde las Vascongadas, lloraba desconsolado, a lágrima viva y con una amargura indescriptible, me aseguraba llorando "Estuve a pocos, muy pocos kilómetros de Miguel!" Pero desgraciadamente no pudo llegar y liberarlo. El secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, tuvo todos los ingredientes habituales de un asesinato marxista: contra el más débil, con ensañamiento y llevando a la víctima a un sufrimiento límite para después asesinarlo, si es posible, con mayor crueldad. Este hijo de la gran puta llamado Chapote, no solo no se arrepintió jamás de este, ni ningún otro, asesinato sino que se sentía plenamente feliz por lo que había hecho. A Miguel Ángel Blanco lo asesinaron de dos tiros en la cabeza realizados con una pistola del calibre 22, cuya munición era de plomo. La poca carga de proyección de la cartuchería servía para que ambos proyectiles quedaran frenados después de atravesar su cabeza y el plomo muy deformado, con lo que el daño en el momento de los disparos fue tremendo y a posteriori, el plomo continuó adentrándose en su cerebro de forma imparable. Se utilizó este calibre en vez del habitual de 9 mm con camisa metálica porque con el 22, no iban a dejar un herido con posibilidad de cura. Son muchísmos los casos de herida de bala de 9 mm. en los que la víctima no solo se ha salvado, sino que ha podido llevar una vida totalmente normal. Eso no se lo podían permitir los terroristas etarras y se fueron a lo "seguro".
El asesinato de Miguel Ángel Blanco Garrido sirvió para muchas cosas, entre otras, para mostrarnos la verdadera cara de ETA. Esa cara criminal que no frena ante sufrimiento alguno y ante la que languidece continuamente el PNV y Zapatero. Y una ETA ante la que la SOCIEDAD española no ha sabido volver a reaccionar de nuevo y definitivamente.
DESCANSE EN PAZ MIGUEL ÁNGEL BLANCO GARRIDO, antes que militante de un partido político, era un joven español con ilusiones y la valentía que a otros les falta.

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