viernes, 1 de junio de 2007

DON CARLOS VII EN ARGENTINA

PRESENCIA DE CARLOS VII EN LA ARGENTINA



Por Bernardo Lozier Almazán.
Buenos Aires. Argentina.



Era la madrugada del martes 9 de agosto del año de 1887, cuando Don Carlos María de los Dolores de Borbón y Austria-Este llegaba a bordo del Saturno para desembarcar, a causa de la gran bajante de nuestro estuario, en el muelle de las Catalinas, razón por la cual muchos simpatizantes que aguardaban su anunciado arribo en el muelle de Pasajeros se vieron defraudados.

Luego de su largo periplo hispanoamericano, llegaba a Buenos Aires acompañado de un pequeño séquito, integrado por su Secretario y Consejero don Francisco Martín de Melgar y Rodríguez Carmona, conde de Melgar, con Grandeza de España, el Oficial de Órdenes teniente coronel José María de Orbe y Gaytan de Ayala, vizconde de Orbe y el teniente coronel, médico militar, don Clemente de Coma y Forgas, conde de Coma de Prat.

A poco de amarrar, fue recibido a bordo del vapor por el rector del Seminario Conciliar, Pbro.José Saderra, el padre Chapo, superior de la Compañía de Jesús, y los señores Pedro de Iniesta y Urbano Valdés Pajares, excombatientes que habían luchado bajo su bandera, por Dios y la Patria, los Fueros y el Rey. La comitiva se encontró ante un personaje de elevada estatura, recia cabeza que lucía soberbia barba y ojos de penetrante mirada. Su señorío y porte marcial, uniformado de capitán general, le conferían un especial aire de autoridad que, sumado a una buena dosis de energía y excepcional manejo del diálogo, en su conjunto, configuraban su atrayente figura.

Una vez en tierra, saludado por unos quinientos carlistas españoles emigrados, el Duque de Madrid, tomó un carruaje de alquiler que, acompañado por sus asistentes, lo condujo hasta el Grand Hotel, por aquel entonces ubicado en la esquina de las actuales calles Rivadavia y Florida. Poco después se dirigió caminando hasta la cercana Iglesia Catedral, donde fue saludado por el arzobispo de Buenos Aires, mientras el templo se veía invadido por gran cantidad de simpatizantes que, al enterarse de su presencia, acudían a cumplimentarlo. El resto del día lo dedicó a recorrer la ciudad y por la noche concurrió a una velada en el Teatro Colón para presenciar la opera "La Gioconda"de Ponchielli.

El diario La Nación de aquel día, luego de anunciar la llegada del ilustre visitante que había "adoptado el nombre de ocasión de Conde de Breu, consignado en el pasaporte austríaco con que viajó", exteriorizaba su preocupación por la presencia de Don Carlos VII, advirtiendo que "los amigos y correligionarios del duque de Madrid le harán los agasajos que tengan por convenientes, sin olvidar los deberes que les impone su residencia en un país extranjero, y los que por una u otra causa, dentro de la misma familia española, no abriguen simpatías por el hombre, recordarán que su libertad para manifestar sus sentimientos termina donde empieza la de los primeros". De tal manera La Nación dejaba entrever la antipatía que le guardaba al ilustre visitante y, por ende, a todo el significado de la causa carlista.

Invitado por don Leonardo Pereyra a su estancia "San Juan", Carlos VII se trasladó a la misma en un tren especial, arribando el jueves 11, siempre acompañado por su séquito y un grupo de amigos, entre los que se encontraba el doctor Carlos Pellegrini, a la sazón, vicepresidente de la Nación, donde se le tenía prevista una fiesta campera que incluía una cacería de avestruces.
Al día siguiente, aprovechando la cercanía visitó la flamante ciudad de La Plata, almorzando en la estancia del Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, don Máximo Paz, para luego regresar a la Capital Federal en horas de la noche.

Su permanencia en Buenos Aires estuvo alternada entre visitas a los distintos lugares de la ciudad y sus alrededores, carreras de caballos, y los agasajos que le ofrecieron, el doctor Carlos Pellegrini, asistiendo, entre otras personalidades, el teniente general Nicolás Levalle. El doctor Emilio Lamarca, a la sazón diputado y prestigioso dirigente católico, consuegro de don Leonardo Pereyra, le ofreció otro de los banquetes al que concurrieron el arzobispo de Buenos Aires y el prestigioso escritor, católico liberal, José Manuel Estrada. También fue agasajado por don Cesar González Segura en cuya residencia compartió con numerosos simpatizantes.

Según relatara el conde de Melgar, con motivo de un deseo personal, Don Carlos manifestó especial interés en visitar la ciudad de Córdoba, razón por la cual, el jueves 18 de agosto hacía su arribo a Córdoba, procedente de Buenos Aires.

En la estación ferroviaria lo esperaban el vicepresidente de la Asociación Católica, don Simeón S. Aliaga, el Superior de los Jesuitas, R.P. Juan Cherta y el doctor Temístocles Castellano, quienes lo acompañaron al Hotel General Paz, donde se alojó durante su permanencia en la capital cordobesa.

En horas de la tarde se dedicó a recorrer sus calles, visitando en primer lugar la Compañía de Jesús, para visitar al padre Cabrera a quien recordaba como uno de sus antiguos maestros en sus años juveniles en Europa, también visitó la Universidad Mayor de Córdoba, la Catedral, el Observatorio y la casa natal de los generales Manuel Gutiérrez de la Concha, I marqués del Duero, muerto en acción militar contra el carlismo, y José Gutiérrez de la Concha, I marqués de la Habana, alto funcionario del gobierno español, ambos hijos del gobernador de Córdoba, general Juan Gutiérrez de la Concha, muerto heroicamente por oponerse a la revolución de Mayo de 1810.

Al día siguiente, fue visitado en el hotel por el Vicario Capitular monseñor Uladislao Castellano, a la sazón gobernador del Obispado, en sede vacante, acompañado por el presbítero Rafael López Cabanillas y algunos canónigos, quienes le presentaron sus saludos.

El elegante Club Social lo recibió en un banquete ofrecido por el gobernador de esa provincia, don Ambrosio Olmos que, como recuerdo de aquel encuentro, le obsequió una taba de oro macizo.

La estadía del Duque de Madrid en Córdoba se prolongó hasta el 20 de agosto, día que, antes de partir, fue agasajado en el Club Social por los miembros de la Asociación Católica y numerosos simpatizantes, entre los que se encontraban, Eusebio Aguero, Silvano Funes, Rafael García Montaño, E. Deheza, Félix Garzón Maceda, Jacinto R. Ríos, Vicente Castro y Juan M. Garro, que le obsequió con un ejemplar de su "Bosquejo Histórico de la Universidad de Córdoba". Llegado el momento de la despedida, Don Carlos VII, hizo un emotivo brindis que fue respondido por don Simeón S.Aliaga, vicepresidente de la Asociación Católica.

Córdoba guarda como apreciado recuerdo de aquella visita, el retrato que Carlos VII obsequió a la Compañía de Jesús, cuya dedicatoria, de su puño y letra dice: "Recuerdo de mi visita a los Padres de la Compañía de Jesús en Córdoba". Firmado "Carlos". Datado: 1887. (Ver nuestra publicación Nº1 del 10 de marzo de 1997).

De regreso en Buenos Aires, el ilustre visitante permaneció hasta el miércoles 24 de agosto, día en que se embarcó en el vapor Senegal con destino a Europa.

La víspera, por la noche, había ofrecido, en los salones del Grand Hotel, una comida de despedida y para agradecer las atenciones recibidas, asistiendo además de su séquito personal, los señores Leonardo Pereyra, Carlos Pellegrini, Emilio Lamarca, Cesar González Segura, Rafael Martínez Campos, Alberto Serantes, Santiago Guzmán, Manuel de Respaldiza, Bartolomé Mitre y Vedia y Francisco Ayerza, este último, por lo que sabemos, nieto de Juan José Ayerza, Mártir de la Tradición, fusilado por las tropas isabelinas en San Sebastián, el 2 de diciembre de 1834.

Según el siempre escueto comentario del diario La Nación, "el Duque de Madrid y sus acompañantes llevan de la República Argentina los más gratos recuerdos, mostrándose pesaroso de tenerla que abandonar tan pronto", también comentaba que "lleva consigo multitud de elementos para enriquecer su museo particular de Venecia: curiosidades indígenas, recuerdos de sus propias excursiones, obsequios de todas las clases de sus amigos".

Evidentemente, por lo que se infiere de la lectura de los medios periodísticos de la época, la presencia de Carlos VII tuvo muy poca repercusión. No obstante, si bien su visita no revestía carácter oficial, el ilustre visitante recibió sinceras muestras de afecto por parte de las personas, amigos y partidarios, que lo agasajaron y homenajearon como correspondía a un monarca ex-reinante de España, de la España carlista por la que lucharon aquellos españoles que dieron su vida, por Dios, la Patria y el Rey.

El prestigioso genealogista y heraldista costarricense que fue don Norberto de Castro y Tosi, refiriéndose al viaje emprendido por Don Carlos, decía: "El único soberano de Indias, detentor de esta misión espiritual, quien recorrió aquellas zonas de su delegación, fue el Rey Carlos VII, de eterna memoria, el cual en todas partes halló por parte de los americanos el reconocimiento tácito de su sagrada calidad".

Cerramos este artículo con la evocación poética que Ricardo Fraga hiciera de Don Carlos VII en su viaje de Buenos Aires a Córdoba, que dice así:

1887

¿Qué mira mi Señor cuando se mira
en los remansos de la pampa antigua?
¿la fama nueva de la luna ambigua
o la gloria sagrada de su lira?

¿Qué recuerdos evoca, pues suspira
la boca grave, natural, exigua?
Ya la mano d’España se santigua
el noble pecho, secular la pira.

¿Qué misterios esconde cuando mira
la cabeza serena y extenuada,
oculto llanto que su voz expira?

¿Qué virtudes, entonces, nos inspira
su plegaria, de gozo traspasada
por el rayo de luz que la respira?

No hay comentarios: