Matanzas
masivas en la zona roja. Origen y causas
Tan grande matanza de hombres
indefensos, no constituye hecho aislado en lo que fue zona roja de nuestra
guerra, en toda la cual, cualquier circunstancia adversa para ellos, como sus
continuos descalabros bélicos, servía de pretexto para cebarse en los inermes
presos de las cárceles o de los barcos-prisión, y así sucedió con millares y
millares de víctimas desde los comienzos de la contienda hasta sus últimos
coletazos, cuando en 7 de febrero de 1939, en el lugar de Can Tretze, provincia
de Gerona, cerca de la frontera francesa, se fusiló al Obispo de Teruel,
Anselmo Polanco con 42 compañeros de cautiverio.
La relación, no exhaustiva, de las
matanzas colectivas en España comienza en El Arahal (Sevilla), donde
anticipándose a la llegada de las fuerzas nacionales liberadoras, los
milicianos inundaron de gasolina la prisión y la incendiaron. Todos menos uno
perecieron abrasados vivos. Y continúa con los marinos de Cartagena arrojados
al mar, los fusilamientos masivos de las prisiones de Ubeda, Ciudad Real,
Toledo, Almería, Lérida, Málaga, San Sebastián y el fuerte de Guadalupe,
Castellón, Ibiza, Fuenteovejuna, Albacete, Consuegra, Cebreros, Ocaña,
Monasterio de Cóbreces, Guadalajara, Bilbao (prisiones de “Ángeles Custodios”,
“Larrinaga”, “La Galera ”
y “Carmelo”) y Martos.
Y en los barcos-prisión “Río Segre”,
de Tarragona; “Isla de Menorca”, de Castellón; “Astoy Mendi”, de Almería; “Cabo
Quilates” y “Altuna Mendi”, de Bilbao; “Atlante”, de Mahón, y “Alfonso Pérez”,
de Santander, así como en los terroríficos pozos de Tahal y de La Lagarta en Almería, y los
de Carrión de Calatrava y Herencia.
Por lo que a Madrid concierne, el genocidio
de Paracuellos, con su torrentera de sangre, vino a constituir la culminación
de masacres anteriores, amén de los miles y miles de madrileños y de madrileñas
asesinados en cualquier lugar por las innumerables checas que gozaban de
facultad para registrar, detener, torturar, juzgar sumarísimamente y ejecutar a
sus víctimas.
La primera de estas masacres, con más
de doscientas ejecuciones se produjo en nuestra capital el 20 de julio sobre
los defensores del Cuartel de la
Montaña , una vez cesada la lucha. Me permito detenerme un
momento en la consideración de esta inicua y primera carnicería en Madrid,
porque cabalmente hallamos en ella la consigna que sirvió para realizarla, la
misma que se siguió en las sucesivas masacres. La consigna nos la ofrece nada
menos que el ejecutor material del genocidio del Cuartel de la Montaña , Enrique Castro
Delgado, creador del 5.º Regimiento de Milicias, con expresión increíblemente
cínica, en su libro Hombres made in Moscú: -Ya
dentro del Cuartel (escribe Castro Delgado), alguien dice: “Allí” están los que no han escapado, serios, lívidos,
rígidos... Castro sonríe al recordar la “fórmula”. “Matar... matar, seguir
matando hasta que el cansancio impida matar más... Después... Después construir
el socialismo”. “Que salgan en filas y se vayan colocando junto a aquella pared
de enfrente, y que se queden allí de cara a la pared... ¡Daros prisa! La
fórmula se convirtió en síntesis de aquella hora... luego un disparo... luego
muchos disparos... La fórmula se había aplicado con una exactitud casi
maravillosa”.
Tal es su relato, y por si aún fuera
posible ensombrecer la tragedia, cuenta la impresión que ella causó al Comité
Central del Partido, ante el que se presenta Castro inmediatamente: -En el
Comité Central, la
Pasionaria le dice: “Camarada
Castro, el Partido se siente orgulloso de ti... toma esta pistola que te regala
el Partido. ¿Qué sentiste en los primeros
momentos? ¿No dudaste? “No había razón para ello, Dolores”. Ella se rió, todos
reían. Él se sentó, recordaba a los muertos y sonrió. Estaba satisfecho. Estaba
contento”.
No son precisos comentarios. La
segunda masacre en Madrid tuvo lugar en Villaverde los días 11 y 12 de agosto
con los “trenes de la muerte” de Jaén. Doscientos presos de sus cárceles, con
el Sr.Obispo, Dr.Basulto, su hermana y su Vicario, ametrallados en el Pozo del
Tío Raimundo. Diez días después, primera matanza colectiva en la cárcel Modelo,
con un centenar de víctimas muy seleccionadas.
Así alcanzamos a los días finales de
octubre en que las tropas nacionales se acercan invictas a Madrid. Las
autoridades rojas aumentan cada día el número de detenciones y acrecientan su
preocupación por los millares de presos encerrados en sus cárceles, con la idea
de que no pudieran ser liberados por los nacionales en su posible, o más bien
probable, entrada en la capital.
Prisiones
rojas madrileñas. Espíritu de los cautivos
Bueno será recordar lo que eran
aquellas prisiones en las que inmediatamente van a producirse las terribles
“sacas” de detenidos, con destino a las zanjas preparadas en Aravaca, en
Vicálvaro, en Ribas-Vaciamadrid, en Torrejón de Ardoz y en Paracuellos de
Jarama.
Cinco eran las del Madrid rojo: la Modelo , en la plaza de la Moncloa , en el mismo
emplazamiento del actual Ministerio del Aire, en la que se hacinaban unos 8.000
presos. La de Ventas, hoy también desaparecida, en la calle del marqués de
Mondéjar, construida para prisión de mujeres, pero desde el 24 de julio
habilitada para varones, con unos 1.500 presos. Las de los Colegios escolapios
de San Antón, en la calle de Hortaleza y de General Porlier, habilitados para
prisiones, en cada una de las cuales se amontonaban en aulas, galerías y
pasillos más de 2.500 detenidos. Y finalmente la del Convento de la calle del
Duque de Sesto, más reducida, de la que no hacemos historia en razón a ser la
única que gozó del privilegio de no sufrir las famosas “sacas”. En total unos
quince mil presos en Madrid a fines de octubre, aumentados cada día por
sucesivas detenciones.
El hacinamiento de los detenidos en aquellas
cárceles, en las que por entonces faltaba hasta el espacio necesario para
reposar en el suelo, sin comunicación alguna con el exterior o con las
familias; las privaciones, el hambre, el frío, la carencia absoluta de higiene,
miseria, vejaciones y padecimientos, la permanente amenaza de muerte,
constituían el ambiente en que malvivían millares de patriotas, destinados en
gran parte a morir en breve en las fosas de Paracuellos. Mas en aquel ambiente
resplandecían exaltados, por contraste, los más altos valores del espíritu: fe,
patriotismo, confianza en Dios y en la victoria, abnegación, desprendimiento,
hermandad y camaradería.
Cuanto se diga del fervor religioso
respirado en aquellas prisiones es pálido reflejo de la realidad, Desde el
momento de ingresar en la cárcel, la primera preocupación de todos era la de
dirigirse a un sacerdote -que en vano se encontraría en la calle- a quien
consultar y pedir absolución. La regla que los confesores impartían
invariablemente era ésta: “Si te preguntan si eres católico, no puedes negarlo
de ningún modo, pero sobre materias políticas o de otra naturaleza es lícito
faltar o desfigurar a la verdad para salvar la vida”, y efectivamente de nadie
se sabe, entre la infinidad de presos sacrificados o interrogados, que apostatara
o renegara ante el riesgo de morir.
De continuo se administraba el
sacramento de la penitencia, disimuladamente, sentados en el suelo, tumbados en
los petates -cuando los había- o dando vueltas por el patio, e igualmente se
rezaba, principalmente el rosario, pese al riesgo de hacerlo, En este aspecto
el anecdotario carcelario es inacabable y espléndido.
Tiene
la cárcel Madrid resplandor de catacumba, escribió el luego Académico de la Historia y Almirante
Julio Guillén Tato en su libro Los últimos días de la cárcel Modelo e
igualmente otro superviviente de la prisión, al referirse a la matanza del 22
de agosto en la Modelo ,
se expresaba en los siguientes términos: “Después
de confesarme, a bien con Dios y con los hombres, siento en mi alma una inmensa
ternura... y como para morir en gracia de Dios es preciso perdonar, yo perdono
a mis verdugos, como Cristo perdonó
en la Cruz ”.
Y el Archivero-Historiador Arsenio de Izaga, en su importantísima obra Los
presos de Madrid escribió: “La cárcel fue
el yunque moral en que se forjaron las almas de aquellos héroes y de aquellos
mártires”.
Tan contagioso resultaba este fervor
que alcanzó a muchos que tenían olvidadas sus prácticas religiosas, como a los
políticos Melquiades Álvarez y Rafael Salazar Alonso, ambos con antecedentes
masónicos, que murieron absueltos y en el seno de la Iglesia y el último con
una hermosa carta de retractación de sus errores, ofreciendo a Dios el
sacrificio de su vida por la salvación de España. Igualmente contagioso y
ejemplar fue el espíritu de patriotismo, del que fueron figuras destacadas
multitud de militares y paisanos, singularmente el heroico Teniente Coronel
Carlos Noreña, cuyo ejemplo imitaron muchos de sus compañeros.
28
de octubre, comienzan las “sacas” masivas: Maeztu y Ramiro Ledesma
De estas prisiones y en el ambiente
expresado, comenzaron a producirse las “sacas” masivas, bajo pretexto de
traslados o de libertad. En la cárcel de Ventas el 27 de octubre, se mandó
formar a los militares pidiéndoles un paso al frente a los que estuvieran
dispuestos a servir a la
República , bajo terribles amenazas, y nadie lo dio. Su
gallardía fue comentada con entusiasmo por los compañeros de cautiverio, todos
se dieron a la oración y a renovar absoluciones. Y en efecto a la noche, por orden
de la Dirección
General de Seguridad, 32 presos de esta cárcel fueron
llamados para salir, entre ellos Ramiro de Maeztu y Ramiro Ledesma.
La orden estaba firmada por el
Director General, Manuel Muñoz: Siendo necesario el traslado al penal de Chinchilla
de los presos que al dorso se relacionan... sírvase entregarlos a los
portadores del presente oficio, miembros del Comité de Investigación,
encargados de cumplimentar la expresada resolución, y estaba fechada a 31 de
octubre, es decir, tres días después de su ejecución.
Uno de ellos -se dijo que fue Ramiro
Ledesma, pero información posterior acreditó que no lo era, parece que lo fue
un linotipista de ABC- se resistió a salir de la cárcel y le dispararon un tiro
de pistola al vientre, rematándolo allí mismo. Los demás, conducidos en un
camión al Cementerio de Aravaca en la misma madrugada, fueron también muertos a
tiros de pistola, luego de despojados enteramente de sus ropas, como en el
Calvario hicieron con la túnica de Cristo, y allí enterrados.
De la prisión y muerte de Ramiro de
Maeztu hay testimonios auténticos que nos permiten dedicarle unos breves
párrafos. En la primera hora de la madrugada del 28 (no del 29 como
erróneamente se dice a veces) un miliciano llamado “el Chato”, linterna en mano,
entra en el departamento en cuyo suelo descansaba el ilustre cautivo, gritando:
-¡Ramiro Maeztu!: el llamado reacciona con aire de defensa: -¿A mí a estas
horas? Pronto cambia de actitud, se viste, pide discretamente la absolución al
párroco de Getafe, D. José M.ª Fernández, próximo a su petate, recoge sus
pobres cosas y abraza a los compañeros: Hasta la Eternidad , y sale
erguido, a grandes zancadas, llevando en el bolsillo las cuartillas del libro
que estaba escribiendo, “Defensa del espíritu”, de las que nunca más se supo.
Indalecio Prieto escribió más tarde:
“El fusilamiento de Ramiro de Maeztu fue uno de tantos crímenes injustificables
y estúpidos” (Lo que hace suponer, que para el dirigente socialista había otros
crímenes justificados y razonables.)
En el día precedente -el de la entrada
de nuevos milicianos y la amenaza a los militares- D. Ramiro paseó impaciente
por el patio, hasta que ya anochecido y cansado, se sentó en el petate rodeado
del Padre Romañá, del párroco y del coadjutor de Getafe, Huelin, el profesor
Magariños y otros más. Alabó la actitud de los militares (-Siempre son y serán
caballeros los verdaderos militares españoles) y en tono bajo cantaron la salve
y rezaron el rosario.
Maeztu, filósofo, humanista, político,
ex Embajador en la Argentina
y a la sazón diputado por Guipúzcoa, había sido detenido el 28 de julio en el
domicilio de su amigo Vázquez Dodero. Entraron unos milicianos por denuncia de
que en el piso había un oratorio, golpearon la puerta con los fusiles y
registraron. Se les presentó espontáneamente: -Aquí me tenéis, soy Maeztu; los
milicianos nada sabían de Maeztu, le creían el cura del oratorio, telefonearon
a la Dirección
General de Seguridad y le detuvieron. El Comisario de
Buenavista lo puso en libertad, pero eran las 11 de la noche, a la puerta
estaba el coche con los milicianos y don Ramiro optó por quedar detenido. Se le
llevó a la cárcel de Ventas y al siguiente día en ABC rojo se leía: -el
escritor Ramiro de Maeztu, detenido. ¿Escritor Ramirete? ¡A cualquier cosa
llaman chocolate las patronas!
En prisión ingresó como señor natural
de aquellos caballeros encarcelados. Les hablada del “dominico inquisidor y
banquero” que se precisaba en España, escribía las cuartillas de su nuevo
libro, rezaban en comunidad. Alentaba a los detenidos, les contagiaba su
esperanza en el resurgir de España. Ocupaba una celda del piso 3.º ízquierda,
acompañado entre otros de Federico Santander, Santiago Magariños, Vázquez
Dodero y el doctor Lemus. Su celda parecía una cátedra en la que se olvidaban
de la condición carcelaria.
A primeros de octubre le trasladan al
departamento llamado “de madres” con otros 40 presos, entre los cuales
Bonifacio Sedeño de Oro, párroco de S. Ginés y cuñado del general Fanjul;
Magariños, catedrático de Instituciones Americanas; el librero Alberto San
Martín; el párroco de Getafe y su coadjutor; Vázquez Dodero y el padre Romañá.
En un momento de humor carcelario
(antes de comenzadas las “sacas”) parodiaron allí la ceremonia de apertura de
curso universitario, envueltos solemnemente en la mantas a modo de túnicas.
Magariños hacía de Rector Magnífico; don Ramiro, de Ministro de Instrucción
Pública; el párroco de Getafe, de Cardenal-Arzobispo, y de Presidente un
Teniente Coronel sevillano que se llamaba precisamente Francisco Franco. Maeztu
fue el protagonista. Cantó la figura de Fernando VII, cuyo retrato debía
presidir todas las Universidades por ser el creador de las Escuelas de
Tauromaquia, en las que se enseñaba a vencer y a dominar a la fuerza bruta con
la virtud de la gracia y el arte del requiebro. Dijo: -El saber, como la capa, con vueltas y revoleos viriles, logra llevar
por donde a uno le plazca, a la fiera ignorante. Si necesita castigo más duro,
prended a la ignorancia el rehilete certero de las banderillas, palos secos,
punzantes... y usad la espada para el necesario final...
Las
mayores “sacas” de Noviembre. Paracuellos del Jarama
En el mismo día de la saca de Ventas
acabada de referir, se llevaron de la cárcel Modelo otros 29 presos, igualmente
fusilados e inhumados en Aravaca y al siguiente día, otros 50 de la checa de
Fomento fueron ejecutados en el camino de Boadilla, cuyos restos, una vez
acabada la contienda, fueron exhumados y traslados al Camposanto de
Paracuellos.
Quienes no lo vivieron no sabrán nunca
la zozobra y angustia de la lectura de las trágicas listas para las sacas, ni
de los sublimes ejemplos de entereza, de serenidad, de entrega a la voluntad de
Dios. En altas horas de la noche o en la madrugada, la prisión en penumbra por
temor a la aviación nacional, en el silencio de las galerías donde los presos
procuraban descansar tumbados en el suelo, un miliciano acompañado de otros
aparatosamente armados leía a gritos, linterna en mano, la larga lista que
portaba. Entre los presos podía oírse hasta el latido de los corazones. Se
manda a los llamados recoger sus cosas y formar en el rastrillo de salida. Se
despiden aprisa de amigos y compañeros, les hacen algún encargo de última hora,
se santiguan algunos y salen silenciosos, resignados, con el pobre hatillo. Ya
en filas, se les ordena dejar en el suelo sus envoltorios, los cachean por si
aún llevan algo consigo, los atan fuertemente las manos con bramante, o alambre
o cable eléctrico, y amarrados de dos en dos por los codos los sacan al aire helado
de la noche o del amanecer, los suben a camiones o autobuses y parten para su
destino, siempre vigilados y amenazados hacia el último instante.
El primer día de noviembre, con las
tropas nacionales próximas a Madrid, el agente soviético Koltsov, “asesor” de
las autoridades rojas y luego de la
Junta de Defensa, presente en España desde agosto, se ocupa
con los Comisarios políticos de la suerte de los presos. Ya tenían éstos
suspendidas las comunicaciones con las familias, cuando por orden del Director
General de Seguridad se sacan otros 79 presos de la cárcel de Ventas, para
fusilar en Aravaca, en su mayoría estudiantes, obreros y labradores de los
pueblos cercanos. Y el día 3, en Carabanchel Alto, se fusila a 56 presos allí
detenidos.
Un día después, en la cárcel Modelo,
se llama a los militares con el consabido requerimiento de servir a la República y todos
guardan silencio. La
Dirección de Seguridad reitera la orden de sacar más presos,
especialmente militares, y en la madrugada del 5 salen de la cárcel de S. Antón
dos camiones cargados, y de la
Modelo otra larga expedición en la que forman parte el gran
periodista Manuel Delgado Barreto, Director de La Nación ; el futbolista del
Real Madrid Monchín Triana, y el Jefe Territorial de F. E. de Galicia, Juan
Canalejo. Y de la de Porlier otro más en la que iban el Magistrado Pablo
Callejo y un Auditor de Guerra.
Mas para esta fecha -las tropas
nacionales combatiendo en la Casa
de Campo, la cárcel Modelo recibiendo proyectiles de artillería, y alojada en su
1.ª galería la 1.ª Brigada Internacional- el emplazamiento de Aravaca resultaba
peligroso para los rojos, por lo que sus responsables eligieron otro para las
ejecuciones masivas, a semejante distancia de Madrid pero al otro lado de la
capital, el cementerio de Ribas-Vaciamadrid, sobre la carretera de Valencia.
Previamente el Gobernador Civil de Madrid, el socialista Rubiera, había urgido
al Alcalde de Ribas la apertura en su cementerio de tres zanjas de 5 x 2 x 2 metros y cuando pocos
días después preguntó si ya estaban abiertas, respondió sencillamente el
Alcalde: -Hechas y ocupadas. Exhumados los restos después de la guerra fueron
llevados en su mayor parte a Paracuellos del Jarama.
El mismo día 6 toman los nacionales
Campamento, Carabanchel, Cerro de los Ángeles y Villaverde. Huye a Valencia el
Gobierno recién recompuesto por Largo Caballero. El Ministro de la Gobernación , Ángel
Galarza, a su paso por Tarancón, ordena por teléfono activar la evacuación de
los presos de Madrid y parece que añadió: “pero evacuaciones definitivas”, lo
que no debe sorprendernos en Galarza, que el 5 de agosto, en un mitin en Mahón
había dicho con toda su “responsabilidad” de Ministro: -Tengo un gran
sentimiento por la muerte del Sr.Calvo Sotelo. El sentimiento de no haber participado
en ella.
La idea de Koltsov era sencillamente
la de fusilar, y Castro Delgado, de cuya “fórmula” hemos hablado anteriormente,
dijo ahora que más valía fusilar de más que de menos. En Madrid se encarga de
ello enteramente desde esta noche el nuevo Delegado de Orden Público y sus
acólitos, dependiente de la
Junta de Defensa, que por encargo del Gobierno asume el poder
en Madrid.
En la tarde de este mismo día 6 -poco
antes o poco después de la toma de posesión del nuevo Delegado de Orden
Público- hay nuevas y grandes sacas de las cárceles Modelo y de Porlier. Los
organizadores ya habían abandonado también el campo de ejecuciones de
Ribas-Vaciamadrid, sustituyéndolo por el de Paracuellos de Jarama, más adecuado
para sus sangrientos propósitos, el cual acrecienta así, definitivamente, su ya
por entonces trágico destino. Entre los sacados ahora de la Modelo se cuentan el
General de Brigada Juan de Micheo y Asúa y el conocido Abogado Antonio Comyn.
El lugar elegido era entonces un
paraje solitario al pie del Cerro de San Miguel en cuya cima se asienta el
pueblo de Paracuellos, cercano al río Jarama, cerrado en el horizonte por una
serie de cerros pelados, a 16-18 Kms. de distancia de Madrid, con caminos poco
transitados y suelo arenoso y suelto, fácil de excavar. Existía allí el grupo
de pinos que contemplamos dentro de su actual recinto, lugar sacratísimo, pues
precisamente bajo esos pinos se detenían los camiones que transportaban a los
presos, los hacían descender y allí aguardaban su turno, presenciando el
fusilamiento de sus compañeros, rezando, llorando, confortándose
recíprocamente, recibiendo bendiciones y absoluciones de los sacerdotes y
religiosos que con ellos iban a morir.
Atravesaban el lugar, entrecruzándose,
la carretera local de Madrid a Belvis y Cobeña y el arroyo seco de San José,
junto a cuyo cauce se sitúa la capilla que hoy ampara con sus cultos la paz de
los mártires. Acabada la guerra se desviaron las carreteras a su trazado
actual, y el cauce del arroyo, se trazaron caminos y se valló el recinto,
aislando y dignificando el Campo santo.
El 6 de noviembre se acercó a la
cárcel Modelo el Fiscal del Tribunal Supremo Romualdo Montojo, hermano del
Capitán de Fragata don Ubaldo, allí detenido, y la halló acordonada de
milicianos y a filas de presos, embarcando en camiones para Levante según le
dijeron. Al siguiente día consiguió llegar hasta la dirección de la cárcel,
donde le informaron simplemente que los presos se sacaban para matarlos y le
exhibieron un oficio de la
Dirección General de Seguridad que decía: Sírvase V.S.
entregar a las milicias... (ferroviarias o las que fueran) a los detenidos
comprendidos en la adjunta relación para su traslado al Penal de San Miguel de
los Reyes. Madrid, 6 de noviembre de 1936, el subdirector, Vicente Girauta
Linares, pero al oficio no se acompañaba relación alguna, la estaban haciendo
los milicianos, ficheros en mano, en el centro del abanico de la prisión.
En la madrugada del 7 hallamos, por el
enorme número de inmolados, las mayores sacas del tremendo genocidio. Los
presos fueron alistados y amarrados durante la noche, y fueron tan graves los
hechos que sus ecos alcanzaron al Cuerpo Diplomático de Madrid, que además de
reclamar al Gobierno -que contestó con una nota negando todo- hicieron venir de
Ginebra un representante del Comité Internacional de la Cruz Roja , el doctor
Henny, quien logró obtener de la
Junta de Defensa la lista de los 1.600 sacados en esta
ocasión de la cárcel Modelo, de los que solamente unos 300 llegaron a la de
Alcalá de Henares; los 1.300 restantes fueron sacrificados en masa en
Paracuellos. ¿Podemos imaginar lo horrendo del espectáculo?
El balance de este terrible episodio
martirial, producido en breves horas de la mañana del día 7, referido
exclusivamente a una “saca” de la cárcel Modelo, es el siguiente: España perdía
de golpe mil trescientos hombres activos y útiles. Las Fuerzas Armadas de los
tres Ejércitos, más Generales, Jefes y Oficiales que en ninguna de las
sangrientas batallas de la guerra. La Iglesia , más de cuarenta religiosos y sacerdotes.
Numerosas familias, a todos sus miembros varones. Quedaban viudas unas
ochocientas mujeres, y huérfanos de padre, unos dos mil hijos de distintas
edades.
Entre los ahora sacados encontramos
muchos casos de padres e hijos y de hermanos, sacrificados juntos. El
farmacéutico Luis Madariaga Moras y sus hijos Ángel y Luis Madariaga Cenedese,
Abogados; los cuatro hermanos Antonio, Carlos, Emilio y José M.ª Paramés de
Casa Buylla, de ellos dos Abogados, un Arquitecto y un Ingeniero; Gregorio
Sáenz de Heredia y sus hijos José y Joaquín, estudiantes, de 21 y 20 años; el
militar Francisco Serrano Alguacil y sus hijos Manuel y Alfonso Serrano y
García-Ibáñez, también militares; él militar Enrique Sicluna Burgos y sus hijos
Luis y Enrique, estudiantes de 23 y 16 años; el Abogado Mariano Soria Monje y
sus tres hijos, Rufino, Mariano y Luis, de 24, 22 y 19 años; los hermanos
Enrique e Ignacio Triana Arroyo, hermanos del antes nombrado Monchín, jugador
del Real Madrid; y los hermanos Florencio y José Luis Vadillo Alcalde,
estudiantes de 21 y 17 años.
En la misma expedición salieron
también los Abogados Jesús Cánovas del Castillo, Agustín Minguijón (hijo del
Catedrático aragonés de Historia del Derecho), Manuel Sarrión (del bufete de
José Antonio), el ex Ministro de Trabajo de la República Federico
Salmón, el estudiante de 16 años Manuel Ruiz Gómez y Ricardo de la Cierva Codorniú ,
padre del actual historiador.
Y los Tenientes Generales, José
Rodríguez Casademunt y Jorge Fernández-Heredia Adalid (éste al parecer amarrado
al Coronel de E. M. Francisco Zamarra Agustina); el Almirante Juan Magaz
Fernández de Henestrosa, el General de Marina Esteban Martínez Cabañas, el
Intendente Pedro Pombo y Romero Robledo; los Coroneles, de Artillería, Alfonso
Cano Orozco; de Caballería, Victoriano Moreno Pérez-Brito; de Infantería, José
Salcedo Cárdenas, y de E. M. Nicolás Prat Court, e infinidad de Jefes,
Oficiales, clases e individuos de los cuerpos armados, como el Capitán aviador
Juan Ponde de León, más seis padres Dominicos, cinco Agustinos, tres
Escolapios, tres sacerdotes seculares, dos franciscanos, dos Paúles, un
Canónigo de Alcalá de Henares y un miembro por cada una de las Ordenes de
Redentoristas, Oblatos, Jerónimos, Pasionistas, Corazón de María y Hermanos
Maristas.
En el mismo día 7 salió de la cárcel
de San Antón otra enorme expedición, en la que figuraban numerosos militares,
marinos y estudiantes: el Capitán de Navío Gabriel Ferrer Otero; Coroneles de
Infantería Sinforiano Gómez Hernández y de Caballería José Góngora Rodríguez,
el Capellán castrense Rogelio López Arribas y los Capitanes aviadores José
Lorente Cancio y Guillermo Romero Hume, y otro militar, Carlos Hernández
Herrera, con dos hijos estudiantes.
Inmarcesible
gallardía militar en la prisión de Porlier
En la galería 2.ª de Porlier entraron
a las 6,30 de la tarde del 3 de noviembre 14 ó 15 milicianos armados hasta con
bombas de mano, con el jefe de la checa de Bellas Artes (ahora de Fomento).
Formaron en filas a los militares -así lo declara el también militar Jesús
Sánchez Posada acabada la guerra- que tenía a su derecha al Coronel Pareja y a
su izquierda al Coronel Valcázar. En medio de profundo silencio, firmes los
detenidos, les pasan revista sus carceleros tomando nombres y graduación. Los
recuentan: eran 162. Les arenga el jefe chequista: la Patria invadida por el
fascismo está en peligro, todos deben defenderla y pide un paso al frente a los
que quieran hacerlo. Sólo lo dan 4, un Coronel, un Capitán de la Guardia Civil , otro
de Oficinas y un Cadete. Indignado el jefe grita: -¿No hay más? ¿Os negáis a
luchar en defensa de la Patria ?
Interjecciones y blasfemias. -Por última vez lo digo... Nadie se mueve.
Se dirige a cabos y soldados, algunos
dan el paso. Al soldado Arsenio Yelves Muñoz, le dice: -Eh, tú soldado!, ¡hijo
del pueblo!, ¿por qué te quedas con esos canallas? ¿Te han coaccionado? El
muchacho da un paso al frente, se cuadra y a su vez le pregunta: -¿en cuántos
combates has participado tú, hijo del pueblo? ¿Por qué me mandas a luchar
contra los míos? Ve tú, yo no voy. El mandamás queda desconcertado. Entonces el
Capitán de la Guardia
Civil y el Cadete que dieron el paso al frente, vuelven con
sus compañeros. A ambos y al soldado los apalearon luego brutalmente.
Y el día 5, a la una de la madrugada,
despojados de todo y atadas las manos a la espalda, la mayor parte de ellos
salieron en camiones para Chinchilla, es decir, para el fusilamiento,
probablemente en Ribas.
De esta misma cárcel de Porlier salió
el día 7 otra expedición más reducida, con la variante de que sus víctimas se
fusilaron en las tapias del Cementerio de la Almudena , entre ellas el
Comandante de E.M. Emilio Pérez del Hierro. Exhumadas después de la guerra, sus
restos se llevaron al Camposanto de Paracuellos.
Paracuellos
de Jarama y Torrejón de Ardoz
En el campo de Paracuellos, llegados
los camiones de presos al cruce de la carretera con la vereda de ganados
paralela al arroyo de San José, se detenían junto al grupo de pinos, bajaban a
los detenidos en grupos de 10 a
25 y siempre atados se les conducía a pie a unos 200 m . en dirección al cerro,
junto al borde de las fosas. fusilándolos por piquetes de 30 ó 40 milicianos;
luego se los arrojaba a ellas, algunos con vida, y los enterradores reclutados
forzosos en el pueblo, los cubrían de tierra.
En la tarde del día 7 se prepararon
nuevas listas para la muerte en las cárceles Modelo y de Porlier, sacando a los
presos en la noche y en la madrugada del día 8, de la Modelo , como siempre,
mayoría de militares y de estudiantes, amén de otros de distintas profesiones y
oficios.
Y de la de Porlier otros muchos, Las
expediciones de la noche del 7 al 8 de noviembre iban también destinadas a
Paracuellos, más la magnitud de las precedentes había desbordado las
previsiones de los responsables, hasta el punto de no tener fosas bastantes
dispuestas en Paracuellos, donde permanecían sangrantes e insepultos los
fusilados del día 7, hasta que en días sucesivos fueron obligados los vecinos
del pueblo de Paracuellos, pistola en mano, a cavar nuevas y grandes zanjas, a
las que arrastraron los cuerpos de los mártires mediante garfios y cuerdas,
tirados por caballerías.
En consecuencia, los dirigentes
encaminaron las expresadas expediciones a otro lugar próximo, el del castillo o
Soto de Aldovea, término de Torrejón de Ardoz, donde una antigua y grande
acequia en desuso, con más de 150
m . de longitud, les sirvió para sepultar a estas
víctimas, fusiladas al borde de la acequia. Acabada la guerra se construyó un
monumento en el lugar, se exhumaron con toda formalidad los 414 cadáveres, de
los que sólo algunos pudieron ser identificados, y se trasladaron en féretros
individuales al Camposanto de Paracuellos.
Protesta
diplomática. Breve interrupción de las “sacas”
La extrema gravedad del crimen continuado
en los días 6 a
8 de noviembre tampoco pasó desapercibida para los diplomáticos extranjeros en
Madrid, que puestos en movimiento, investigaron los hechos y protestaron con
energía ante la Junta
de Defensa. Entre los diplomáticos, siempre respaldados por su Decano el
Embajador de Chile, Aurelio Núñez Morgado, hemos de destacar por su eficacia,
tenacidad y energía al Encargado de Negocios de Noruega, Félix Schlayer, alemán
de nacionalidad; además de obtener la presencia de la Cruz Roja Internacional
de que antes hablamos, Schlayer con el Doctor Henny se trasladaron a los campos
de muerte, excavaron, obtuvieron fotografías y testimonios, visitaron las
prisiones y a la Junta
de Defensa.
A causa de la intervención
diplomática, temiendo un escándalo mundial, se interrumpieron por entonces las
sacas y matanzas y los presos que quedaban en la Modelo , unos 5.000, fueron
evacuados entre los días 14 a
16 de noviembre a las prisiones de Porlier, San Antón y Ventas, hacinándolos en
ellas. Breve paréntesis, porque con redoblada osadía reanudaron la sangrienta
tarea en Porlier el día 17 y allí no la interrumpieron hasta el 4 de diciembre,
en el que el nuevo Delegado de Prisiones de Madrid, el sevillano Melchor
Rodríguez, anarquista, hombre de energía, gran corazón y sentimientos
humanitarios -si bien desgraciadamente no exento de antecedentes criminales
como jefe del grupo “Los Libertos”- cortó radicalmente las sacas. Mas no pudo
evitarse que el avión francés en el que el representante de la Cruz Roja regresaba a
Ginebra vía Toulouse, con informe, documentos y fotografías, fuera interceptado
en vuelo por un caza rojo pudiendo tomar tierra cerca de Pastrana con
tripulantes y pasajeros heridos, entre ellos el Doctor Henny.
Se
reanuda el genocidio. Checas carcelarias. D. Pedro Muñoz Seca
Fue la cárcel de Porlier la escogida
para entregar nuevos presos maniatados a las fosas de Paracuellos desde el día
17 y sucesivos, con sus noches, hasta el día 22 en que las otras prisiones
vuelven a su negra actividad. De Porlier salieron ahora muy diversas personas.
Por estos días aparece un nuevo centro
carcelario, enviando en masa a sus detenidos a la muerte, el llamado cuartel o
checa “Spartacus”, establecido por el Comité rojo de la Guardia Civil en un
convento de la calle de Santa Engracia. Servía de prisión a los miembros de
aquel Instituto que consideraban desafectos, y en la tarde del 19 de noviembre
“sacaron” dos centenares de Jefes, Oficiales, clases y números, con pretexto de
traslado a Guadalajara, pero realmente para fusilarlos en las tapias de los
cementerios de la Almudena
y de Vicálvaro.
En San Antón hay otra nueva saca el
día 22, más reducida y aparecen en las prisiones diversas checas dispuestas a
interrogar y decidir sobre la vida de los detenidos, con procedimiento elemental
para el que disponían a veces de informaciones de la Dirección General
de Seguridad: el preso comparecía en pie ante la mesa en la que tomaban asiento
dos o tres o cuatro milicianos de Vigilancia de Retaguardia, jóvenes que no
iban al frente -pistolas abundantes, cazadoras de cuero, correajes y cinturones
repletos de balas al estilo mejicano-. De entrada ponían el cañón de la pistola
en la nuca o la sien del interrogado: - “¡Si no lo confiesas todo ya sabes lo
que te espera!”, amenazan, insultan, blasfeman, preguntan o afirman cosas
absurdas; para ellos, católico equivalía a fascista, ir a misa, a enemigo del
pueblo, creer en Dios, un fanatismo del clero, etc., en pocos minutos terminaba
el “juicio” en el que casi exclusivamente hablaban ellos.
De este modo el día 24 en la cárcel de
Porlier quedaba preparada otra grandísima lista para Paracuellos, centenares de
presos de todas edades, profesiones y oficios -ya estaban más que diezmados los
militares y estudiantes.
En los siguientes días, 25, 26, 28 y
29 hay nuevas sacas masivas de Porlier, en las que se incluye, casi al completo
a una conocida familia madrileña, la del Notario, Alejandro Arizcun Moreno, 56
años, con sus cuatro hijos: Ramón, 28 años, Ingeniero; Francisco, 26, Abogado;
Luis, 24, Médico, y Carlos, 17, estudiante.
En San Antón una gran saca el día 27,
en la que fue el fotógrafo de prensa José Calvache, y otra mayor el día 28, la
más conocida de esta prisión, por su número y por comprenderse en ella a D.
Pedro Muñoz Seca, amarrado al P. Guillermo Llop, Prior de los Hermanos de San
Juan de Dios de Ciempozuelos, quien se despidió de sus religiosos con un
simple: -Hasta el Cielo.
La orden que autorizaba esta saca
decía: D.G. de Seguridad. -Sírvase poner en libertad a los presos que se mencionan
en la hoja adjunta y hoja 2.ª- Madrid, 27 de noviembre de 1936. El Delegado de
Orden Publicó: firmado- Serrano Poncela, y comprendía un total de 110 nombres,
entre ellos, además de Muñoz Seca y el Padre Llop, al Provincial de los
Agustinos de Castilla, Avelino Rodríguez, con doce religiosos de su Orden, de
quien se sabe que ya al borde de las fosas de Paracuellos absolvió y abrazó a
sus compañeros de martirio. Y catorce Hermanos de San Juan de Dios: el Padre
Juan Jesús Adrados, Maestro de Novicios, y otro Padre más con cinco Hermanos de
la Comunidad ,
entre ellos el Hermano Clemente Díaz, de 75 años, cuatro novicios, dos
postulantes y un donado. Y el artista-pintor José M.ª Angoloti, de 69 años, y
los hermanos Diego y Manuel MacCrohon Jarava, de 23 y 24 años.
En San Antón el día precedente a esta
gran saca, se percibía ya la tragedia por la presencia de nuevos milicianos y
la agitación en oficinas y portería. Muñoz Seca, que a veces lograba acceso a
despachos oficiales, tuvo conocimiento de lo que se preparaba, incluso de las
listas, en las que leyó su nombre. Su primera medida fue la de confesar con el
Padre Tomás Ruiz del Rey, a quien dijo sencillamente: -Padre, mañana nos matan;
arreglemos nuestra alma con Dios. Escribió a su mujer: -Queridísima Asun: Cuando
recibas estos renglones estaré fuera de Madrid. Voy resignado y contento... Y
al fin esta postdata: -Como comprenderás voy muy bien preparado y limpio de
culpas. A Francisco Javier de Burgos, también preso, le dijo: -Se me acusa de
monárquico, por haber llevado a Roma para Don Alfonso XIII el manto de la Virgen del Pilar. Con este
manto voy a morir yo también...
A las cinco de la madrugada, alboroto
de ruidos y griterío. Milicianos con linternas, fusiles y pistolas leyendo una
primera lista: -¡Atención! ¡Oído a la lista! Y nombres y más nombres. -¡Los
nombrados que recojan todo y bajen a la portería! A las 7 ya están en la calle
de la Farmacia
subiendo a los camiones, las manos atadas a la espalda y sin equipaje. Y a las
8 vuelven las voces y nueva lista, la de Muñoz Seca. Angustia y despedidas, los
sacerdotes no dan abasto para las absoluciones. Se grita: -¡Pedro Muñoz Seca,
al rastrillo para marchar!; el nombrado abraza estrechamente a sus compañeros
Guillermo Marín y Cortés Cabanillas. Va con un abrigo puesto y otro al brazo,
en la mano una maleta. Al pasar el rastrillo le arrebatan la maleta y el abrigo
del brazo, las gafas que se estrellan en el suelo, el reloj, la cartera, las
fotos y recuerdos familiares. Le atan las manos a la espalda. A las 10 de la
mañana la expedición con el M. R. P. Llop, que dice al paso a un novicio: -Vea
cómo vamos, van a matar a todos. Que los hermanos se preparen.
La expedición parte en los camiones,
camino de Paracuellos. Y todavía otra expedición al mediodía, si bien en esta
ocasión, por misericordia divina, llega a salvo a la prisión de Alcalá de
Henares. Era don Pedro Muñoz Seca natural del Puerto de Santa María, 55 años,
casado con doña Asunción Ariza, 9 hijos, creyente fervoroso, funcionario del
Estado, autor de infinidad de obras teatrales (comedias, sainetes, juguetes
cómicos), desde “La venganza de Don Mendo” a las del tiempo republicano, con
pinceladas de ironía política (“La
Oca ”, “Anacleto se divorcia”, “Jabalí”, “La cartera de
Marina”, etc.).
Se hallaba con su mujer, al comenzar
la guerra, en Barcelona, donde el 17 de julio estrenó en el Poliorama la que
iba a ser su última comedia, “La tonta del rizo”, con la compañía de Arturo
Serrano e Isabelita Garcés. Pronto comenzó despiadada persecución contra él. En
A B C del 25 de julio se leía: Por algo se empieza. Muñoz Seca, declarado
cesante. Los famosos actores Irene López Heredia y Mariano Asquerino, también
en Barcelona, tratan de amparar al matrimonio acomodándolo en la pensión
“Claris” de la vía Layetana, hasta que en la tarde del 29 entra una partida de
milicianos, Capitaneados por el actor Avelino Nieto, se lo llevan a la Jefatura de Policía y de
allí a Madrid por Valencia, con su esposa, pero en conducción ordinaria.
El 6 de agosto ingresa en la cárcel de
San Antón, en la que según Cortés Cabanillas fue acaso el preso más relevante y
admirado, a la vez que uno de los más vejados y maltratados. Allí encuentra a
sabios Agustinos, como el Padre Zarco, el escritor Julián Cortés Cabanillas, a
los actores Ricardo Calvo y Guillermo Marín. Pelan patatas, limpian lentejas,
rezan el rosario, forman inacabables tertulias, comparten su fe en el triunfo y
cuando lo permite la vigilancia miliciana recitan poesías patrióticas -hoy
ignoradas de nuestras juventudes-, la “Marcha Triunfal”, de Ruben Darío; “El
Divino Impaciente”, “En Flandes se ha puesto el sol”, con aquella sentencia
tremenda de Marquina: - “¡Por España! y el que quiera defenderla, honrado
muera; y el que, traidor, la abandone, ni en la tierra santa cobijo, ni una
cruz en sus despojos, ni las manos de un buen hijo para cerrarle los ojos!”.
Hizo gran amistad con los Hermanos de San Juan de Dios, y en un momento de
humor que nunca le faltaba, escribió en la gramática inglesa en que estudiaba
un novicio: - “Querido Román Martín: más que estudiar el latín debes estudiar
inglés, que en este mundo, ya ves, el latín tiene mal fin”.
Con harta asiduidad recibía la visita,
con aire de protección de un tal Pedro Luis de Gálvez, casado con la actriz
Carmen Sanz, seudo poeta, más siniestro que grotesco, y al decir de Cortés
Cabanillas rufianesco, aventurero de la peor calaña, sucio de cuerpo y de alma,
personaje tan abyecto que para sacar dinero a los conocidos, llevó envuelto en
periódicos a un hijito recién fallecido al café de Fornos, poniéndolo sobre una
mesa. El desdichado hampón halló su hora en los medios revolucionarios y sin
pertenecer a partido alguno, como tuerto en tierra de ciegos, se hizo capitán
de milicianos, luego Comandante de Carabineros, tenía automóvil con chófer y
siempre en la retaguardia y ebrio, estaba presente en los episodios más
tenebrosos y sangrientos, fusilamientos, asalto a la cárcel Modelo, selección
de presos para las sacas. “Capitán Saltatumbas”, le llamaba Antonio Paso, quien
valiéndose de este tipo, llevando a la mano a su hijo Alfonso, y acompañado
también de cierta peluquera amiga de Gálvez (a la que había hecho Alférez de
Carabineros, con uniforme, correaje y documentación), consiguió visitar en San
Antón a Muñoz Seca, interesándose por su suerte. Al despedirse, advirtió el
seudo poeta a los milicianos, refiriéndose a don Pedro: -¡Cuidármelo! ¡A éste
no lo mata nadie más que yo! ¿Verdad Pedro?; a lo que el interesado respondió
irónico: -Honradísimo, Gálvez, honradísimo. Antonio Paso, encarándose con el
rufián, le anunció: -Si algo le pasa a Muñoz Seca tú tendrás la culpa y lo
pagarás muy caro. Muñoz Seca abrigaba cierta esperanza en la ayuda del
miserable en caso de extrema necesidad, pero en los días inmediatos al 27 de
noviembre, ni apareció por la prisión, ni fue posible localizarlo.
Las
últimas “sacas”
De la prisión de Ventas sacan el mismo
día 28 otra expedición y una más de la de San Antón el día 29, en la que forman
entre otros, el Abogado, José M.ª del Sol Jaquotot y sus hijos estudiantes José
M.ª y Luis, de 20 y 18 años, y Arturo Soria, creador de la Ciudad Lineal. Y se
prosigue al día siguiente 30 con otra enorme saca de más de 250 presos, en la
que sucumbe la flor de la provincia agustiniana de Castilla, encabezados por el
M. I. P. Mariano Revilla, Asistente General, y 51 religiosos, de ellos 25
Padres, 20 estudiantes o novicios y 6 hermanos. De los primeros, 5 eran
Académicos de la Real
de la Historia
y 17 Profesores de Universidad. Marcharon con extraordinario fervor,
ejemplarizados por el Padre Asistente General. Con ellos fueron otros 7
religiosos de San Juan de Dios, entre los cuales los Padres Diego de Cádiz
García y Román Toncada, Secretario General y Vice-Rector respectivamente,
quienes en emocionante acto de catacumbas confirieron la profesión “in artículo
mortis” a sus novicios. Y también un hombre modesto y bueno, Agustín García
Fuentes, portero de la casa en que vivió don José Calvo Sotelo (Velázquez, 89).
En la cárcel de Ventas, nueva y numerosa saca el mismo día 30.
Así concluye el trágico noviembre, mas
no el diario drama de las sacas carcelarias, prolongadas durante los cuatro
días primeros de diciembre. De San Antón las hallamos en los cuatro expresados
días, si bien más reducidas en número de víctimas, y de la de Ventas otra
expedición con 64 mártires el día 2 y otra, la última en esta cárcel, el día 3,
con 60 presos.
Pero de donde obtienen más sangre
mártir en estos días es de la cárcel de Porlier, en la que no interrumpen su
tarea los chequistas, enviando a las zanjas de Paracuellos nuevos presos los
días 1 y 2 y más aún el 3, entre cuya noche y la mañana del 4 salieron las tres
últimas expediciones del magno genocidio. Las dos primeras -a las 2 y las 5 de
la madrugada- cayeron en Paracuellos, en tanto que la tercera, a las 7,30, por
la gracia de Dios llegó salva, aunque con sobresaltos, a la prisión de Alcalá
de Henares.
El instrumento de que se valió el
designio divino para poner fin a tan prolongado martirio lo fue el antes citado
Melchor Rodríguez, quizá sin sospecharlo él mismo, realizando el milagro de
acabar con el río de sangre que a diario empapaba la arena de lo que ya era
CAMPOSANTO DE MÁRTIRES.
Síntesis
del gran holocausto
¿Cuántas víctimas reposan en este
lugar? En ningún tiempo será posible señalar cifras exactas, por las razones
apuntadas al comienzo de este trabajo, mas no será difícil obtener número
aproximado, con nombres, fechas y procedencias. Por ahora me atrevo a afirmar
que el número de sepultados en Paracuellos, incluidos los llevados de Boadilla
del Monte, Ribas-Vaciamadrid, los 414 de Torrejón de Ardoz y de otros lugares
próximos (excluyendo los 800 del cementerio de Aravaca) superan con mucho las
cifras señaladas por ciertas monografías recientes, si bien no tan elevadas
como las que nosotros hemos utilizado a veces. El número de OCHO MIL
TRESCIENTOS CINCUENTA Y CUATRO mártires que expresa el Archivero-Historiador de
la Real Academia
de la Historia ,
Arsenio de Izaga en su importantísima obra Los presos de Madrid (Madrid 1940),
puede ser el más aproximado hasta ahora.
Las zanjas en que se sepultaron tantos
miles de mártires eran descomunales, terroríficas, sin precedentes ni
comparación con cualquier otro episodio de la Cruzada. Siete en
total, la mayor la n.º 4 (mártires del 9 y 24 noviembre y otros desconocidos)
con 160 X 4 m .;
la n.º 6 (mártires del 3 y 4 diciembre y otros desconocidos), tiene 120 X 8 m .; la n.º 5 (mártires del
28, 29 y 30 noviembre) 80 X 8 m .
Tal es, en síntesis, la historia
trágica y gloriosa de los Mártires de Paracuellos de Jarama, el más grandioso
holocausto católico de todos los tiempos en España, uno de los mayores de la
historia de la
Iglesia Universal. Inicua y gigantesca carnicería de hombres
inermes, indefensos, plenos de espíritu cristiano y patriótico, para la que los
responsables no se preocuparon siquiera de buscar pretexto y en la que desde
luego no hubo la más mínima participación popular, como tampoco la hubo en las
matanzas generales que antes hemos referido. El pueblo de Madrid ignoró los
hechos hasta que concluida la guerra se supo la verdad con todo su horror y
toda su grandeza. Todo estaba perfecta, diabólicamente dispuesto por los
órganos de poder, desde el Ministerio de la Gobernación a la Dirección General
de Seguridad y desde la Junta
de Defensa a su Delegado de Orden Público. Las órdenes y listas de salida de
las prisiones, la conducción de los presos en autobuses de la Empresa Municipal
o en camiones de servicio oficial, la apertura de zanjas, los piquetes
preparados con abundancia de armas y de municiones, todo estaba previsto y
ordenado de antemano, sin que nadie desde el poder se opusiera, cuando más
tarde se demostró que un solo Delegado de Prisiones, por sí mismo, pudo poner
fin en un instante al inmenso crimen contra el Derecho de Gentes.
El precipitado Arsenio de Izaga, que
convivió en prisión con los mártires, escribió a propósito de Paracuellos: “Cuadro espantoso aquel cuadro...
espectáculo escalofriante el terrible piquete de forajidos que disparaba sus
fusiles o sus ametralladoras sobre unos hombres de bien de toda profesión, de
toda categoría y de toda edad. sacerdotes y seglares, militares y paisanos,
ricos y pobres, patronos y obreros, desde los que habían pasado los dinteles de
la ancianidad hasta los que apenas habían salido de la niñez, mientras sus
compañeros de infortunio, hacinados sobre los vehículos o apelotonados a la
vera del camino, esperaban el turno fatal y contemplaban indefensos el suplicio
que poco después iban a sufrir”....“Yo que conocí el temple de sus pechos, lo
adiviné cuando vi que salían de la prisión con el resplandor de los elegidos...
Ninguno renegó de sus convicciones religiosas
y patrióticas. Ninguno dio la más leve prueba de vacilación ni de flaqueza.
Todos se negaron a prestar adhesión al régimen que los estaba envileciendo, a
pesar de que se les ofrecía como único medio de salvarse. Todos se animaban
entre sí, y oponían a las blasfemas imprecaciones de sus verdugos, su fe de
creyentes y su altivez de españoles. Todos recibían la helada caricia de las
balas como el galardón eterno que el Cielo les tenía prometido y el beso que la Patria imprimía en sus
frentes de Cruzados. Y no se había extinguido el eco de la última descarga,
cuando aún resonaba en el espacio su vibrante grito, ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva
España!.”
Gloriosa
memoria de los Mártires de Paracuellos y de la Cruzada
Concluida la guerra los mártires de
Paracuellos recibieron durante muchos años el testimonio de devoción de los
madrileños y de las altas representaciones de la Iglesia y del Estado. Así
por ejemplo en 5 de octubre de 1941 el Obispo Eijo Garay bendecía la Capilla provisional del
Camposanto, celebraba la
Santa Misa y dirigía emocionadas palabras a los fieles; el 15
de octubre del año siguiente, el Regimiento de Caballería núm. 1 de Alcalá de Henares,
con el General de la 1.ª Brigada y su Coronel al frente, rendía tributo a los
Mártires, al decir del Coronel, “-Con una plegaria como cristianos y honores
con las armas como militares”; y el Consejo Diocesano de Jóvenes de A. C.
organizaba en Paracuellos el 25 de noviembre de 1951 un gran acto nacional de
fidelidad a los Mártires.
Mas hemos visto cómo, a partir de los
años sesenta. el silencio y el olvido de quienes más obligados están hacia los
Mártires ha caído sobre su memoria y sobre la tierra que cubre sus sagrados
restos, como si jamás hubieran existido, en el tiempo en que se deterioran los
valores por los que aquellos murieron, se padece confusión religiosa y se
degrada la moral pública y privada. Tan sólo la Hermandad de Ntra. Sra.
de los Caídos de Paracuellos de Jarama mantiene su devoción a estos Mártires.
No pretendo entrar en el análisis de
las causas, pero me atrevo a pensar que la señal de restauración de la Iglesia y de España vendrá
dada por la renovación de la santa memoria de estos Mártires y de todos los de la Cruzada , es decir, cuando
nuestra superior Jerarquía eclesiástica llegue al Camposanto de Paracuellos,
como lo hiciera el Doctor Eijo Garay, y después de besar su tierra mil veces
santa, celebre solemnes Oficios a la mayor gloria de aquellos elegidos de Dios,
y cuando los altos dignatarios de la
Nación rindan de nuevo homenaje a los héroes que allí
reposan.
Un rayo de esperanza hallamos en la
reciente declaración martirial de las tres Carmelitas de Guadalajara, cuya
beatificación solemne se anuncia para el 29 de marzo en Roma, si es que a
continuación se prosiguen las Causas de tantos miles de Mártires de la Cruzada , cuyos méritos no
son inferiores a los de aquellas santas religiosas. En tanto, y cuando más
oscuro contemplamos el horizonte, encomendémonos a esta gloriosa constelación
de los Mártires, ellos son nuestros mejores aliados en el Cielo, de donde
procede todo poder, y el suyo de intercesores de la divina gracia es tan grande
como lo fuera su sacrificio.
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